jueves, 18 de diciembre de 2014

Todo llega, antes o menos antes

Con el último pedazo 
de un recuerdo de tu altura
reconvierto en forma curva,
 la visión plana.

Enziendo el extremo del faro,
con sabor inmaculado
e inhalando el humo del pasto.

 Sonrío. 


Renazen mis manos.

Capítulo Primero

¡Ojo avizor! De entre un pequeño rincón situado en alguna parte de la exposizión, un personaje singular, observa, con juiziosa atenzión. Pone el ojo en cada detalle de cada mota de polvo, y saborea el paisaje, sin la menor connotazión de prisa u enojo. Está de viaje. ¡Curioso personaje! Lleva capa y botas altas, de cuero negro, azabache; Parece un tanto elegante. Incluso, advierto, redundante. Una criatura atrapada en sus propias contradicciones, un esperpento irrepresentable. Hombre de lengua y acciones. Barba en posizión de avanze, pronunziada, tupida y castaña. Ojos cansados, ojeras de sueño en espera. Joven de mediana edad, de torpe mano y firme andar. Con traje cortado a medida, tez arrugada, o en prozeso; del pecado fiel confeso. ¡Pero no nos desviemos! Acaudalado burgués, asiduo a toda biblioteca; lector, oido, saliva, resguardo del valor de la locura. Un eslabón perdido. Uno muy muy rico, tanto que olvidó el sentido del dinero. Y huyó para mirar un mundo que no comprendía. Uno intenta entender. Uno reduzido de fabulosa forma anacrónica.

Conde de Saint John in the Forest, pequeña localidad escozesa, Marqués del Sacromonte, en búsqueda de marquesa. Uno de los múltiples prínzipes del Reino Imaginario de Garabataria, nombrado 'Sir' por su majestad, tras superar la malaria. De porte solemne y larga melena, que a ras de cintura, se meze al viento, entre el suave movimiento, de los visitantes a la exposizión. ¡Acudan! ¡Multitudes al evento!

Él pareze contento, pues sabe que nadie lo ve, ya que pocos son aquellos que pueden siquiera olerlo. Estamos ante el Vigilante Literario de la mayor feria jamás pensada. El único, selecto, que bien despierto y atento, custodia las calles, tejados, ¡los huertos!, con mayor o menor acierto, pero siempre procurando, sintiendo, respetar la única ley al respecto:

¡PIENSA Y DESTRUYE CON TU LENGUA!”, SECCIÓN 6 PÁRRAFO PRIMERO.

Digno Sir errante, protector de la mala fe, y la locura del asalto inminente. Que puede hazerse visible a todo con solo un chasquido de dedos. ¡Zas! Y ahí, aparezco. Perdón, recapitulemos, APAREZE. Una tercera persona que conversa consigo misma, sin complejo de tarado, que analizando los detalles de la historia, los inventos, las canziones, los tornados; flores exóticas, fósiles y debates filosóficos de los pabellones, encontró la inspirazión. Sí, en prosa, lo sé. Pero no por ello, perdió el tan gentil amado caballero la compostura. Ni el buen hazer. Estaba sereno. Amante de la poesía intimista, romántica, sáncrita, helena; custodio de comentarios sin grazia, en ácido tono, con dulzes maneras. Conziso. Al menos lo intenta, a la hora de expresar una emozión. El conocimiento le aturde y debe cazarlo 'congrandilazión'. Estamos ante un soñador perdido en un sueño a causa de que el cansanzio venzió. Y no por ello, deja de ser el indómito elegido para cuidar la lengua de todos aquellos malhablados, de lazio espíritu y azento de suburbio; y mantener sobre sus cimientos los últimos resquizios de la curiosidad humana. Toca el arpa de labio, la armónica y el pianoforte. Permitid que al fin os lo presente. Su nombre es:

John 'Tennessee' Dellamorte

Bebedor de whisky con hielo y jarras de cebada fría. Vividor entre fantasmas. Fuma en pipa. ¿Lo sabías? Y si algo puede atribuírsele es conseguir congregar a todo el que se acerque a la plaza prinzipal, de la Fabulosa Exposizión Anacrónica, ¡El acto más fenomenal! (Perdonad si pareze propaganda electoral!)

A las 00:00 de la noche, la media, la oscura, la boca de la madrugada; Coloca un pergamino donde recoge de forma lírica en prosa o verso, batallas, pasiones, historias de nuevos sucezos. Les rezita con ahínco, como antaño loas praecos; Una sola vez, tan sólo. Sin la regla, resta efecto.

Pero hoy, que inauguramos poco a poco cada una de las carpas, y Sir Dellamorte consideró con inmediato efecto (Perdón La repetizión del sustantivo es un defecto que destesto) que dejaría un 'Haiku' como muestra de afecto. Está ocupado observando, desde las sombras, la conmozión de su mensaje, esperando discernir entre tan vasta afluenzia a quienes encuentren el significado. Recompensando con un beso en la frente y un 'ramito' de hierbabuena al atento pensador. Recompensa ante el saber. Luego un beso. ¡Destrucción! Y nunca olvidar que la lengua se nutre de los buenos olores. ¡Algunas hierbas sientan bien! ¡Pero sólo algunas hierbas! Y ahí os repito la única ley, aprobada, sección seis parte primera, que nunca olvida nuestro vigilante mientras camina noches entera.

Bueno, me despido. Perdón, se despide, el intercambio de roles empieza a sonar a juego de egos. Pero os adjunto el poema japonés, que en apenas tres versos, hizo enmudezer a una plaza; Mantenerlos bien sujetos. Frunzamos la vista y leamos punto a punto:


La expectazión asoma
por entre los corazones.
Naze una fantasía”.



Buena vida. Los que van a renazer les saludan.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Soledad de labios secos. Soledad inmaculada.

Soledad de labios secos. Soledad inmaculada.
Amaneze. Abro la ventana, me incorporo. Aunque no por eso orden. Un café aguado, templado, insípido, azucarado. Solo. Un primer sorbo sin sabor. Tengo la lengua dormida. Doy otro, más roto, callado, ansioso, con la voz de otro. Resuzito los muertos del pensamiento, activo mi terreno de juego emocional, mi inbteligencia de base. Me quedo mirando la ventana, abierta, reabierta, clavado a la silla, con un café aún menos templado y las manos picarosas entre cosquillas rapazes. Soy casi un tipo dormido, carraspeo como un perro. Me contoneo, inocuo, búho real, raza aria, de burgos. Me quedo insolente mirando los desconchones de una pared de un patio sin puerta de entrada. La expresión 'parezer gilipollas' toma forma cuando me alguien me ve desde una avioneta, a través de la ventana.
He dejado las maletas por falta de valor, ya no lucho por mis sueños, ya no sueño por amor. He alcanzado las barreras fronterizas de coral, absorvido por la ira, del que se quiere olvidar... de todo cuanto posee, del pasado y las termitas, de vampiros sin glamour, de aquello que ya no excita. Impertinente, he sentido, como se prezipita el mundo, como la botella medio vazía, como en mis latidos musgo, de la humedad del ambiente, de la ambrosía invernal, de todo sobre mojado, que vuelve y se vuelve a mojar. Alma sin peso de gozo, pozo en centro del pecho, lanza una moneda y desea, penique por pensamiento. He plantado hierbabuena, en cada maleta de huida, pues ya no podré descubrir, castillos como querría. No hay muecas de amplia sonrisa, marcadas en el sino con fuego, pues sin romanze ni chica, pues sin otoño, remuevo, un café aún menos templado, un amargo rezipiente, pasan las horas, los días, y tras un año, indiferente, ¿Notas algo diferente? ¿Dejó Ícaro la cúpula de zielo, las nubes, el amplio abanico de rayos, el sol, quemazón de valientes...? ¿Dejó Ícaro su empeño, aún sin montes de Piedad, de alcanzar la cota más alta de emozión al despertar, con sus alas de café, y su voluntad templada, abierto a caer y caer, ante el calor de la Nada?

jueves, 11 de diciembre de 2014

La última esperanza

Fue rápido.
No hubo lamento,
quejas.
Ni una sola lágrimas.
Casi.

Somos más viejos
y más sinceros
y qué mas da,
como reza la canzión.
Somos más viejos.

Rápido pasa el tiempo
Demasiado rápido...
el sabor de los labios,
que quedan lejos,
olvidados,
en bocas de otros.

No por amarte
perderé la compostura.
Ya no lo mereze.
Ya no lo merezco.
Diablo sobre diablo
manteniendo un pulso
y mirada de humo denso.
El corazón guarda silenzio.

Respira mi juventud
aire de nuevos tiempos.
Desisto de la zozobra continua
de buscar la X señalada.


Hasta un capitán pirata,
de nombre respetado
por haber alcanzado
los tres cabos
infranqueables
sabría que no debe
lucharse,
contracorriente,
contra el fin
de la última esperanza.


domingo, 7 de diciembre de 2014

Amar en estado de No Tiempo

Amar
en estado de
No tiempo
confundir las salidas
de emergenzia.
Confundir las de entrada.

Concentrarse en nada
Nada más ponerse la noche.
Sin perlas ni cascabeles de bonanza.
Hasta donde la vista alcanza.
Sin la grazia del derroche.

Saben bien los ojos que acechan
cuanta pena guarda el que se espera
a un arpegio que se afine,
a un instante aún más efímero,
a la recuperazión del aliento
dentro de un olor intenso,
amargo,
labios sabor a café.

¿Acaso no siente el que ve
como se venzen los hilos
que sostienen al que se ve,
sentenziado a ver
su propia caída?

Ya no prima el miedo,
ni la congoja del último asalto.
Casi ni me encuentro,
tan roto como hastiado
de esa debacle prematura
a la que somete la fe.

Vastas las ataduras, su propia calma.
Castradas las alas de la dicha,
sin voz, ni doradas guirnaldas.
Restan las palabras despensadas,
las bajas pasiones y mareas,
el tropezar reinzidente.

Mi piel es ajena a mi propio cuerpo,
mi tacto desconozido, mis labios mustios.
Abandono Babilonia, desisto, me rindo.
Escenifico mi danza ritual, sin sagrados
halos de victoria, sin la Helena señalada.

Reviso mis tatuajes, mis anzuelos
cicatrizes, morados, espinas de hueso.
Y presto aprieto el puño,
arranco mis zarzillos, mis reliquias de valía;
monto en cólera con mi suerte,
con el maremoto de cada recuerdo.
Y canto alegre en la Popa,
Hazia un lado
Al otro arropan
las sirenas del imsomnio.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

No existe paz para los malvados

No quisiera morirme de miedo cada vez que sale el sol por la ventana. Esa humedad restante al pánico, expandiéndose por los cristales entreabiertos o entrecerrados por donde se filtra un suspiro de aire frío. Somos mañana, y nos amanecemos con ella. La noche, diosa rastrera, que tanto amor y versos arranca de tu cabeza, para tatuártelos a fuego nada más abandonarte al sueño.

No quisiera ser piel de animal de matanza, un abrigo para la cobardía ajena, un tocón sin anillos vitales, sin vida, sin explosión de fuerza. No quisiera. Ni que llegue el punto de que los días, agrios y distendidos se queden entre mis dientes; inmasticables. Todos tenemos un tiempo limitado. Que los dientes no sufran como corazón; ojo por ojo, fantasma a fantasma, diente por carne, que entra a la fuerza. La fuerza del diente, marcado desde haze generaziones , en el cuello.

Dezimos que nezesitamos luz. No nos merezemos ni miedo. Ya amanezemos con las ideas turbias para ansiar que se nos notifique la claridad del día, como esperando una palmadita en la espalda y un 'buenos días', como si le importases a alguien. Aprende, a resumidas cuentas, a ser franco. Aprende, a secas, incluso aunque la noche caiga con todo su manto otoñal de aciago llanto. Llueve. Me relaja esa calma predispuesta por la humedad creziente. Un estado adverbial de hirientes simientes que salen cuan exputo de una garganta de alpinista, con grietas y agujeros negros. Polvo! De talco! Amarro un hilo de luz. Me levanto. Soporto el insomne cansanzio, las vueltas entre sábanas, el canto acérrimo del gallo que no existe, el despertador, las horas que se escapan, ojos que tiemblan, boca que seca corroe las palabras como óxido... Me incorporo, sudo, lloro. Perdón, ya no lloro ni imploro. Grito un instante. Se siente radiante la diosa Fortuna, mostrando sus pechos, mientras parpadeo muy lentamente.

Resuzito como Lázaro. Quedo mirando el infinito sin un punto concreto. No soy parte del mismo, ni de la razón anunziada en los labios de Cupido. No soy tan divertido. Más bien algo así, algo parezido, a una pronta avinagrada impronta de raízes mustias y sonrisa de hiena. Es época de vacas flacas, y por desgrazia, santificamos hasta a esas condenadas. Las hacemos santas. Satanases de alas doradas y amores pasados, sobrevolando mi cabeza. Esculpo las notas desafinadas de mi cerebro. Escupo sobre ellas. No le veo arreglo, más que la muerte anunziada por los relatos de piratas. Viento a favor, abordaje, resfrían los astros una estela de cálida órbita. Y entre tanta palabra sigo sentado, mirando el infinito y siendo apenas nada. Siendo el amor que retengo, la intensidad de una mirada...

-No! Ya está!

-Tranquila, queda olvidada...

jueves, 6 de noviembre de 2014

Sacapuntas

Otoño de verano.
Decapitazión de secuoyas.
El templo de la fe,
desabrocha lo botones
superiores de su hábito.

Luzes de verano.
Me rechinan los dientes
mientras duermo.

El calor apremia,
el sudor aflora
y se seca irregularmente
la tinta china
de mi último tatuaje.

¿Usted, no nada, nada?
Es que no traje, traje,
dice un filósofo con barba.

sábado, 1 de noviembre de 2014

La noche de las bestias

A piel cambiada.
Como si no pasara nada.
Sin importar, realmente.
Travestismo
sin patética semblanza,
alcohol y suzedáneos.
Noche que tiembla.

Manadas de sombras
en busca de un
chunda chunda
que haga sacudir el esqueleto.
Aforo completo.
El circo cierre la carpa.
Se escapan los animales.


sábado, 25 de octubre de 2014

Bonita noche

Ojalá no doliera tanto la soledad.

Pensar en negro.

Sentir en negro.

Morir en recuerdos, matar el CAOS del amor

involucrarse en nada...

Seguir soñando despierto,

sin perder la maldita esperanza.

Vuelvo a temblar a mitad de la madrugada.

Yo no te tengo para abrazarte en mi cama.

No tengo tu voz, de gallo, de sombra, de arteria.

No tengo tu olor, ni tus manos.

Por no tener, no tengo apenas aire.

Ojala no doliera tanto la soledad.

Esa que nos haze valientes

y nos ilumina al cambio.

Esa que se echa a llorar entre mis brazos.

viernes, 10 de octubre de 2014

Pasa un día bonito

Catastrófica locura. Imperante. Sombra de brazos escuálidos, blancos, mazerados en oro. Cáspita repentina, todo fluye. Se eleva sobre sus dedos, casi rozando la arteria misma del zielo. Cortando por lo sano con las nubes que impiden el paso del sol. Amaneze. ¿Sigue siendo poco?
 Insufiziente motivo?...
Repito.
             Sólo
                        repentino.

Desarticulo la inmovilidad, la ausenzia de sueño, la escasez de hambre. Retomo las bridas del tiempo. Te tomo del brazo. Desaparezes. Ninguna vacua promesa más allá del amor. ¿De qué estamos hablando? He visto llover demasiadas vezes. Tengo cataratas dentro del corazón.

Y sólo quiero rugir. Sólo quiero rugir. ¡RUGIR! Maldita sea la hora en que saqué las manos. Motivos para la apetenzia, para el insano baile de formas. Todo muy politicamente correcto. Todo narrado desde la distanzia, todo inútil, casi etéreo. Cadaveras de relámpago dentro de sus pechos. Bajo los mismos, el Averno. Ni perros de tres cabezas ni ocho cuartos. Un sólo instante para condenar el deseo de darse a la subyaziencia. No diré eternamente, diré hasta nuevo compás. No me quedan notas en la escala. ¿Lo notas? ¡Sube! ¡Trepa! Escála(me) la espalda con las uñas, sírvete de mí como si fuera viento. Sécate los ojos, el alma. Corrompe el fuego, en un delirio de lujuria, soplando, como lobos en pos del cerdo escondido, como renazido y celebrante el día de su venida al mundo.

Dentro de mi boca, la cúpula de zielo se resquebraja. ¿Lo oyes? Huele a limón, a uvas pasas, a humo de barco de vapor. Ruido de charcos pisados, y murmullos. Acento de gargantas agrietadas. Como mi boca, rota de gritar mientras duermo, de alargar la mano, de no encontrar nunca el apartado de piel, que respalda en tono amargo, el que aún estando sólo, no todo solitarismo es aciago.

Vazio mis ojos por la ventana. Sé que no estás mirando. Apartas mi voz, mis palabras, las lanzas rápido a un lado. No hay conexión, no hay tratado. Agresión de sabor injustificado a nosaber, a notener, anopoderamar, té, atrapado.

Gris es la madre. Sus gritos alargados. No hay zielo, es el estómago. Una máquina hecha estómago, un otoño bien pausado. Me tropiezo, acelero, caigo. Charcos sin pisar. Mi cara. Pies en efecto gravitatorio rodando por el acerado, la calzada, el carril máquina. No puedo oler, estoy mermado.

Mermelada de limón, aeropuertos en llamas.
Conspirazión, ¡Ven a mi cama mañana!
Calles casi de cristal, se desangra mi almohada.
El otoño se 'apatenta', con su voz desdibujada.

Murmurantes telarañas, que se quitan con la manos
Mientras todo, y digo TODO
se me inunda, nunca en vano.

No hay juizio prefijado con que atar la terquedad,
uno ataca y se resiste a morir sin dignidad.
Pero hermosa es la calma, que prezede la tormenta,
con su fulgor de batalla, con sus marfiles en venta.

Vertebreo la apetenzia, improviso so la lluvia
Esas lágrimas ahajadas, revoluzionarias, ¡suzias!
Pasa el tiempo en sostenido, y no consigo comprender
porqué a pesar del frío, y del olor a café
me sabe atrofiado el instinto, toda luz pareze poca
La cúpula de zielo de mi boca empieza a arder!
el fuego me sabe la boca a cerveza
rubia
como debe de ser.

martes, 7 de octubre de 2014

La sangre de las bestias

No es apocalípsis
todo lo que no brilla,
ni arenas movedizas
los reductos del tiempo.

Nada en terco tono
deslizándose
entre tu garganta.
Nada, por no dezir
TODO.

Caen mitos abstractos
sobre el amor verdadero,
la incauta sombra
zernida
discutida
y proclamada a toda banda.

Cae la filosofía
de la carizia imperiosa,
el bálsamo de Fielabrás,
la negra marea roja,
menstrual y en sal viva.

Cae Babilonia,
¡Oh, hermosa Babilonia!
¡Con tu dorada caballera,
tus manos pequeñas,
tu apócrifo coño!
Cae el último reducto
al que acudir desesperado,
sonriente y en pleno éxtasis.
Cae en manos ajenas,
en corazones sin fondo,
en la distanzia del sueño.

Mientras sueñas
con alcanzar,
sin vértigo,
las escabrosas alturas
sobre las puntas de tus dedos
sin poder yo
más que ofrecerte
paseo a calma marejada
en lo más hondo
de un Averno
de timbre en diapasón,
recuerdos, pasados, recuerdos,
revolcón de poros
matanza al alba
eterna
idiosincrasia
de tener o no tener,
sin tenerte,
a sabiendas de que faltas...

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Confío en la calma

Un espasmo seco.
Huele a lluvia dorada.
Agua sobre agua.
Otoño de piel blanca.

Las puntas del tiempo
esperenzadas
por una superfizie de madera.
Gime el vientre.
Se arrodillan estrellas
entre los dedos de sus pies.

Cauterizada el alma
en crescendo interminable.
Labio inferior
al borde de un parto
de arena y sangre.
Limón.
Sabor a limón.

Asisto a la deriva
de unas piernas,
y unas manos
tácitas a la dislexia,
mientras la voz
suave, articula
en zielo y miel
la negazión de fe,
implízita a la cordura.

Qué hermosa se apareze!
Lluvia de estrellas.
Montañas de calaveras
de perla y escarcha.
Ve (y) gana a desgana,
surcando la vía láctea.
Gime el vientre.
Brillan cálidas las mejillas.
Brota fuego.

Centellean mis impulsos
de lanzarme hazia el oso.
Creo en la vida, póstuma
al sacrifizio de la vida.
Confío en la voz
de la experienzia
y salto desde las alturas.

Se oye revuelo...

y...

Vuelo!!

martes, 16 de septiembre de 2014

I'm a stalker

Promesas de Tierra Prometida,
a destiempo, incoloras,
bajo tu sonrisa.

Polvos y más polvos,
algunos de colores,
orgasmos que se funden
en un estado nunca antes hallado.

Pero nada reconforta
si se clava por la espalda.
La desvergüenza del silencio,
de la acuziada distanzia
de lo correcto o incorrecto,
tan dificil de saber, como quien
te llevará al próximo aeropuerto.

Ahora me río, por cada lágrima,
por cada día malgastado
entre tus promesas de amor,
preocupándome de tu angustia,
sin miedo a afrontar ningún desafío.
Mientras, suena un hechizo,
parece que es adopta un tío.

Cuídate, te lo suplico,
como al que algo le importa,
vístete de musa, de leona
o de satén,evita los tornados,
no creativizes en propia verdad.
Sé fiel, a tus garras de oso
a 'estar feliz y muy ilusionada',
a olvidar a quien no te valga nada.
Pero recuerda
que habrá un momento
en que por mala gestión
o mala suerte del destino,
tires la primera piedra,
y no haya nadie a quien golpear.

No me llames en ese entonces,
estaré en la vereda
que se esconde tras la puerta
de atrás. Otra vereda.

Recuerda cuanto te han amado
tan breve, tan intensamente,
y sé feliz. Cuídate,
si es que lo quieres,
y sonríe con esos labios
de piel de yuca, limón
y sal.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Final feliz

El aquellare duró meses.
Todos quedaron impasibles.
Casi todos, menos uno.
Siguió cantando
mientras todos
quedaban sin poder ver
más luz que la intuida.
Apagó las llamas,
dio un último sorbo
y se prezipitó hazia el fuego.

La piel del Lobo obvio

Una madriguera honda. Profunda. Hecha de carne y huesos. Luz tenue. Luz fija al fondo. Un solo paso. Salto al vazío, Agreste. Dientes de león, sin colmillos. Ladra la luna. Apenas ya se puede ver. Meto todo mi cuerpo en lo más dentro. Respeto los silenzios que sondean mi alma. Corro. Esquivo ramas, ramas y más ramas. ¿Espinas? Cadáveres de dragones en estado descompuesto. La magia es etérea. No inexistente. Calculo las horas. Se abre despazio la ventana. Cortinas enroscadas en los bordes de la misma. Restos de un estado anterior. Descuelgo mi elixir de vida eterna. Hoy me entrego a los hombres, a la raza impía. Recojo la ceniza sobre el suelo y las sábanas. Creo que no he llegado a cerrar los ojos. Corrijo el tiempo, que me mira con  los ojos ensangrentados. Soy yo. Soy un reflejo. Apago la luz del baño. Depredador de áreas vazías. Salmo primero. Ya lo dezía Saturno: No confíes en tu propia sangre. Toallas colgadas de forma inexacta. Pies fríos. Bestia fatua, me hablas al óido. Golpeo con los puños la madera. Cruje la puerta. Había entregado mi alma. "No te perteneze", repite. Bocao entre últimos coletazos de humo. Sonrío. Cojo aire. Desorden en cuero. Botas desparramadas. Restos de naufragio. Losas moteadas. Abro los ojos. Releo palabras anteriores. A la mitad, paso a otra cosa. Cantos de sirena.

Un escalofrío desarticulado.
La piel de gallina.
¡Horizonte anaranjado!

Fe ciega
en los altos hornos
donde se cuezen
pesadillas.

Gusanos bajo mi piel.

Sonríe,
como el que lo ha perdido todo.
Vivo.

Se mantiene la pugna entre el Zielo y el Infierno

La sal no cura las heridas.

Complico mi estado de situo. Desafilo las lanzas. Los grilletes de la amargura son transparentes. Vozifero por un orgasmo. Me callo, sumiso. Orquesto el fin del mundo dentro de mi propia boca. Escupo desde las alturas en roto gutural. Rozío de horas muertas. Desatiendo el pulso. Rojo espasmo. Encuentro con mi propia sombra. No hay nada organizado. Ninguna palabra vale nada. El compromiso es una mala zorra. El miedo, la madre de todos los monstruos. La madrugada llora por quienes se destierran a ella apretando los puños. Cortes. Hematomas de encuentros casuales. Sólo el dolor permaneze inmaculado. Carne aún caliente tambaleándose por la azera. Respirazión en eco.

Es fázil venzerse a uno mismo.
Soltar el lastre de la cabezonería
y las ojeras por amor.

Recoloco los pilares del mundo. Hércules de escasa hombría, apartando restos de cascotes de enzima de su cabeza. Despeinado. Trenzas confusas, incongruentes. Relámpagos secos. Estado de no retorno. Santa Fe. Saziar la sed con las uñas del destino. Despazio. No. Aún no esta perdida la guerra. ¡Desapareze, estatua de la libertad!

Desapareze.

Vértize opuesto

Llegué de noche.
No demasiado tarde.
Con los ojos echados sobre persianas
 y la voz de mil diablos.
Una anatomía medida
por el diapasón de la noche.
De su frío inzipiente,
de su luz desgarradora.

Haze falta demasiado
para llegar
a algo.

Huelo los errores pasados,
calientes como el café
que acabo de prepararme
apena cede la noche.

Separatismos en informe interno
entre el corazón,
que se relame las heridas,
y el negro de la noche.

No me embarcaré a las américas,
ni verteré un mar Egeo
por tristes cajas de Pandora.
No consumiré mi alma por nada.
Por apenas algo...

Teorías del fin del mundo
agrietadas, en tono ácido.
Cabalgan un par de parejas
de jinetes desvalidos,
sin caballo,
tambaleándose
entre calles muertas,
predispuesta a ser insertadas
nada más floreze la dezenzia.

domingo, 31 de agosto de 2014

Un sólo latido inmaculado

Atado
a lo negro del remolino.
No es pesar,
tristeza o amargura,
el baldío camino
que me lleva
en remolinos de agua
al fondo.

No es pesar,
lo advierto,
lo juro.
Pero duele
que por más
que los dedos
se aferren
a las rocas,
a las ramas
que flotan sobre la superfizie
o al propio agua,
como empidiendo
un titánic-o hundimiento,
siempre gane la corriente.

Sonrío
tampoco es el fin del mundo.
En el fondo
sigue habiendo vida,
minúscula
y palpitante.
Pero veo el musgo
que se adhiere a mis uñas.
Veo los restos
de Pompeya,
la Atlántida
el alto del Ángel.
Y el dolor no los corroe,
sólo el agua,
que se envalentona,
se agudiza
y se estampa contra mí,
con sus carácter inamovible,
irresponsable
y sórdido.

La distanzia hasta el agujero
huele a coral fresco
y a espuma reconvertida.
Y aún así,
me sigue fascinando
cada tiburón
que se esconde
entre sus curvas.

lunes, 25 de agosto de 2014

Verano

Infierno
Boca que regurgita
saliva
en mal estado.
Infierno.
Mano a mano.

Insalubridad emocional
Desconfianza
Falsas promesas
Falsos amores de brillante tirantez
Renunzia al sueño
Vozes dentro de mi cabeza.

Soledad
Demonios de grandes tridentes
y dientes afilados.
¡Insufiziente calor,
Irresoluble tristeza!
Verano.
Tanta perspectiva.
Tamaña tomadura de pelo.
Caen dos tristes lágrimas por
mis mejillas.

Mi total desprezio
a cada hora
de sol, tiempo libre y amores
que florezen
para morir en épica griega.

Que suden los astros
sobre nuestros hombros,
en un eterno punto caliente
donde resulte imposible
respirar o ahondar
en esa súplica
que es la fe.

viernes, 22 de agosto de 2014

Esparta

Desaparezió. No dejó los ojos, una dirección. No se preocupó por saber si el tornado que pasó por su lado, arrancando su casa desde los pilares, había arrancado más vidas a su paso. Se desentendió, como al que no le importa.

Suspiró, con agobio, se había quitado un peso de enzima. Un lastre. Persiguió sus últimos sueños, y bajo una noche eterna, americana, a plena luz de día, se quedó sin pensar en nada que le recordara el pasado.

Se sentó enzima de un desierto a orillas del mar. Su desierto. Quién sabe que pensamientos le atormentaban, cuales le siguen atormentando. Quién sabe si de verdad sus palabras correspondían a su voz. La voz de alma.

Desaparezió como la vida. De forma drástica. Ya no fue tanto su agrio paso hazia la ausenzia, como el hecho irrefutable de que la reverberazión de sus latidos, se transformaba en fría brisa marina, en gélida escarcha. Será el impulso de la distanzia.

Miró sus pies; Sus huellas. No había nada a lo lejos. El viento se había encargado de tragarse cada buen pensamiento, cada buen recuerdo, cada rescate con un beso, cada batalla. Perdida o sentido en las carnes, muy adentro. No mentía. Nadie podía asegurar lo contrario, sería una falazia. Era puro corazón.

Desaparezió con sus uñas, con su ilógica sensatez, con sus desencuentros con el mundo. Hizo las maletas, facturó un buen puñado de demonios y tiró todo buen pensamiento que pudiera acompañarla. Todo por incompatibilidad, por vergüenza, por desinterés. Aunque ya lo advirtieron los astros que " el morbo es prinzipio y final de las esperanzas de muchos que sueñan ser entendidos como algo".

Se hizo humo, se lavó el corazón de viejas glorias, reseteó su conziencia, sus aspiraziones, sus curvas. Terminó de tomarse el café y sonrió en la distanzia. Volvió, sin avisar a nadie, entre sombras. Disfrutó de la soledad. Y entre tanto oleaje, entre tanto miedo, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Una sensazión amarga, como de que olvidaba algo. Cogió el teléfono y marcó un número. Uno que se conozía de memoria, aunque tampoco importase demasiado.

Sonrió. A sus adentros, expresarlo sería de débiles. Dio por hecha una buena acción. Dio por hecho una obligazión ética. A nadie nos gustan esas obligaziones. Y siguió adelante con sus dogmas, doctrinas y contradicciones. Nunca respondió nadie a su llamada. Tampoco volvió a intentarlo, no era algo demasiado importante.

Al cabo de los años, entre pliegues de sábanas ajenas, entre amores y locuras, entre promesas de pasión eterna, brillantez de pupila y besos, en feroz labio contra labio, recordó algo. Recordó como una voz lejana, como un eco hueco. Se sentó en el suelo y enzendió un cigarrillo de liar. Le temblaban las manos. Olvidaba algo. Algo muy importante. Se quedó anclada al suelo, mirándose los pies descalzos, y se imaginó que tenían garras, y un gran tamaño. Pies de monstruo. Sonrió. Sería eso lo que no recordaba, que en el fondo era una bestia salvaje, nunca domada, impronunciable y severa. Se encontraba bien, su paso por el mundo fue complicado. Volvió a mirarse los pies y no vio nada. Empezó a oler a quemado, pero no había llamas. Agitó su cabeza y decidió apagar el cigarrillo. Cada bocanada nublaba más su vista. Hermosa, piel tostada, labios rojos, roja raíz. Diminuta mota de polvo hecha persona. Diminuta y resplandeziente. Acostumbrada a los huracanes. A dejar atrás todo lo que viento se lleva de un soplido invisible. Acostumbrada a olvidar que incluso en la más completa locura hay paraísos, nada, superficiales.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Core'n grato

Core'n grato

Queda espera,
mientras, queda,
una telaraña
en ojos rojos
de clavarse
mutuamente.

Corazón henchido,
palpitaziones...
mi mano bajo tu pelo
Arden los zimientos del silenzio
y me desgarro por dentro
con tu sabor nocturno.

Babilonia

Babilonia

La transgresión del beso,
impreso
a ritmo pausado,
casi sin aliento,
casi sin aliento...

Una bocanada de aire
entre pulmones cruzados
y labios tejidos
en el destiempo.
Sabor a invierno.

Campos de piel pálida
manos heladas,
y sus ojos
allí
observando
la hendidura del preziso
e icónico momento, repito:
a destiempo!

Imprevisible
 fogonazo
en oro negro
so pupila en reflejo de cristal.

Sabor a invierno.

Cultura de calidez
sobre el palmo a palmo,
a expensas 
de que expiren
los demonios,
y
la cordura
 ¡Huela a sal,
a atardezer de vientos!,
a mar, y na
da más
que
a
m
a
r


lunes, 18 de agosto de 2014

No católico

No puede ser tan complicado, que aunque todo se joda, se complique y, sin motivo aparente, tiemble hasta perder el equilibrio, todo permanezca en negro ceniza. No creo, dudo pues no lo sé con certeza, que miedo venga intrínseco al que sueña.

Pasan los días despacio. Permenezes demasiado lejos. Casi como si no importara, casi como hubiera sido un espejismo de realidades paralelas. Pero con la diferenzia de que sigo cerrando los ojos junto a la ventana con la esperanza de olerte. Sigo con la sensazión de derrota del que ha perdido las manos.

Del que ha perdido la voz y, desnortado, la bendizión de los dioses.

Sobre-actúan mis párpados, yazco en pie, insufiziente, fácil de olvidar, inquietantemente superfluo.

Acabo mi espectáculo de sombras chinescas. Nadie aplaude. No hay palmas, ni siquiera al fondo de la sal, en la más remota distanzia, a pesar del olor a cítrico que llega desde el último asiento.

Vuelto de cara al escenario.

-¿Sabes que no va a pasar nada? ¿Sabes que no 'puedo' tenerte cerca? No es el momento apropiado, no es el momento idóneo, no es, no soy, no hay, no tengo...

Sólo quiero exprimirme el cansanzio. Depresiones y nubes aciagas que en negro implosionan dentro de mi cabeza. Deseo sonsacarme este recordar constante, sabiendo de la ausenzia de reciprocidad. Y sentir, que el discurso refundado, de última oportunidad al amor, último intento de lucha, de búsqueda, de fuerzas... no era un simple argumento con que cuan colibrí, coger lo que se desea, para luego huir a nuevas flores. Tampoco me importa, la taquicardia es de la asfixia, no es por ningún mal de amor. No es por ningún bien certero.

Mejor me dejo al abandono, como una rosa de jericó, reseca, volátil, inflamable...

domingo, 17 de agosto de 2014

.,.

    Se lo lleva la corriente

Todo fluye
inexacto
irrepetible
líquido
humanamente
imperfecto.

La corriente
sale de mi boca
se instaura
en ritmo
inconcluso
y mientras respiro,
sigue fluyendo.

No vuelve
a ciencia zierta,
tiene vida ilimitada,
ausenzia de corazón,
y profundidad.

Todo fluye
en intervalos pausados
bajo la lógica
irrefutable
de las olas
y su espuma.

martes, 12 de agosto de 2014

Selfish


Nunca es demasiado tarde
para un corazón
que muere
en pausa,
sin acabar de hacerlo
entre un oleaje
de aguas negras
y una voz rota
de gemir en el recuerdo.

lunes, 11 de agosto de 2014


Una verdad no
vale absoluta-
mente nada
sin una mano
cálida
que la sustente

Arcoiris imaginativos

Nada es lo que parece.

El interés es puro morbo.
Ni hace demasiado sol,
ni el zielo se desborda.

No es tiempo de cosecha,
Nunca lo ha sido.

Coge tus cosas
y vete lejos.
Allí, al otro lado de la colina
donde llueve
y existen arcoiris.

No es soñar el problema,
pues despierto
toda sensazión es vida;
Es dejar de soñar,
por falta de rizo dorado,
espiral interna de un latido.

No importa, en serio.
Ni reinos a cambiar por caballos,
ni imperios que caen por la belleza.
Ni besos furtivos fútiles,
ni soledad inescrutable.

El silencio y el pasotismo
son la épica al descaro
de quien por no amar, ni ama;
de a quien por no tener,
ya no le queda ni sueño.

Fuera..!..
Fuera..!..

Mientras te pierdes...
o me pierdo...

miércoles, 6 de agosto de 2014

Meneo patinete

Dos bocas abiertas
con dientes
separados
y apunto
de encontrarse.

Lengua, saliva de sal fina
entre dos lenguas
hechas una.
Lenguas de tropiezo
de ansia viva, en carne viva.

Mordidas y a jirones
en el marfil
que aprisiona
la enzía de labios rojos
al lado exacto
de la muerte
dulce y atrevida,
atreviéndose,
a golpear
la dezenzia del silencio
incando el diente.

Labios de piel
en sangre caliente.
No toda garganta alflora
girasoles de hojas negras.
Ni todo el miedo
irresoluble de la inexpliativa
reencolntrada;
a cada salto
entre la vereda
de manos que se ajitan
y el alma se aterra.

Se malinterra. Como si dijese tierra adentro.
Al final, costó cara la sombra de la saliva.

Esbozo y traqueteo

Verano

Ruge mi alma
siempre
a deshora.

Intento escapar
del atardezer mustio
sin caer de rodillas
llorando
frente a la noche,
joven de inquietudes,
en soledad recibida.

Ruge mi corazón
débil de fuerzas
como tratando de llegar
hasta el interior
del estómago
de la madre tierra.
Sin encontrar agua fresca
ni musgo
pegado a las piedras.

Hoy más que nunca
nezesito,
que me rescates
con un beso.
Sólo un beso.

No ostento corona ni cetro
ni el terciopelo,
sobre mi piel, marquesado;
Mi valor es cuestionable,
y mis miedos de cuantía.
Abro mi corazón en refresco,
siempre me dan las tantas
del siguiente día, el siguiente espasmo.
Soplo por no gritar.

Acuziante refriega de malas ideas
en tono de lírica y machada.
Hoy por hoy nada importa demasiado
como para creer
en la fe inquebrantable o
la promesa de una nueva carizia.

Cuando llegue septiembre, y muera el verano,
quizás se disipen las nubes negras
que consumen la luz interior
de quienes se callan
para escuchar como muere el tiempo.
Entre labio y labio.
Entre luchas acaezidas
entre el calor de quien se ama.
Salpicando olor a vida.
Salpicando. Salpicando.
Sentirte, polvorienta,
multicoloreada, torpe, miope,
resplandeziente, árida...
con piel con sabor a sal.

lunes, 4 de agosto de 2014

Belize

Cuando sólo nezesito un colchón frente a la ventana, sobre el suelo, entre tanta ceniza, polvo y restos de tecnología. Cuando todo queda algo perdido y no encuentro las cortinas. No puedo correrlas, para que entre la luz. Me tiembla el pulso, cuando ante la inminente aventura de robar el primer beso, en una azotea cualquiera o las sábanas de ese colchón antes mentado, dejado florecer sobre el suelo, todo se queda en silencio. Es extraño ser ya nada de lo que tanto me costó ser. Quiero ese sol sobre tu espalda, esas manos que navegan por la misma sin sentido. Ya, Virgilio, en su odisea dejó entrever que la fe y la suerte no están de la mano. Yo contemplo su obra hecha carne. Sus olas de cintura prieta, su oleaje moldeando pechos florecientes. Piel de opalescencia, carne trémula, mirada perdida, dientes sin mella. Hoy, vuelvo a abrir los ojos, tumbado sobre unas sábanas tristes de ronroneo, y muevo la parte inferior de una cortina, como esperando que el sol esculpa de la Nada esa Babilonia que el Atlántico me arrancó. Estiro los dedos y dejo las huellas sobre el cristal de la ventana. Nada aparece, ni siquiera moldeado de la Nada. No me quedan lágrimas, aún es demasiado pronto. La madrugada ha sido larga y mi corazón un peso muerto con el que cargar sin aliento. Las sábanas azules secas y revueltas, el olor a soledad, la apuesta por mantener en agrietado modo una sonrisa aun cuando algo no parece funcionar, cuando el sueño se escapa y no vuelve, cuando estás ahí, junto a mí, dormida, sin preocupaciones, cerca, muy cerca... (Vuelvo a matizar) ...tan cerca que casi puedo besarte los huesos... "Que alguien venga y me rescate con un tópico beso tropical", dije en tono dramático, y lleno de emoción, con el pelo sobre la almohada y la mano sobre el corazón. Como una última voluntad para quien pierde el valor a la locura. Como un último latido, como mano ajena sobre mi apecho. Abro los ojos. Abro los ojos. Vuelve a ser demasiado tarde, o quizás sólo es la distanzia, que empaña la vigilia concedida a destiempo, entre caricias, mientras me quedo dormido...

viernes, 1 de agosto de 2014

Aiboga y Eritrea

Tengo corazón.
Viento en sátira
vuela
se reconvierte en espasmo
¡Marea de mareas!
El sol trina
por salir
y morder las montañas.
Aunque no hay sol,
ni montañas,
ni propia marea.

Granjeo sombras por cada latido pasado
paso por delante de vitrinas
de instantes guardados a conciencia.
No tengo ilusión por recobrarlos.
Caigo en el Diógenes de la numismática,
ofreciendo mi alma al Diablo
por un poco de viento.

Ya no puedo más.
No puedo abrir la mano
y perder los dedos
sin que a nadie le importe.
Ya no puedo más...
...que encontrar un espazio
apartado y en silencio,
encontrarme con la voz del sueño
y gritar muy alto.

No puedo más.
Esperaré como al que le esperan.
Sin prisas, ni agobios...
sin mala fe. Con el alma ardiendo.
Con la fantasía incontrolable
de que su pequeña mano;
(o su pequeña voz, rota y quebrada,
o su habilidad para oler a hierbabuena)
surque mi espalda
marcando en cada pequeño afluente
de cada carizia
una marca atemporal...
De fondo, una sonrisa.



Hoy más que nunca
nace un Nuevo Día,
con sabor a despedida,
con huracanados cambios de huracán,
improvisados rayos de sol, huidizos,
y siquiera nada de hambre.


Será que ya no es primavera, y todo vuelve a arder.
Como siempre.
De corazón.
Como ves.
Caliente.
Caliente.


jueves, 31 de julio de 2014

Café de Avellaneda

Una habitación con vistas
a un patio.
A ninguna parte
en particular.

El ambiente, cargado
del humo denso del tabaco
se deja iluminar débilmente
entre las cortinas
y las agrietadas persianas
por encima de la mesa.

Cristal en reflejo de ceniza.
Música de fondo.
Se agita el mundo
al otro lado de la ventana.
El viento sopla con aspereza.
Tropieza mi vista
sobre las baldosas blancas y negras,
que estáticas, acumulan polvo.

Una habitación,
un sueño.
Mobiliario en eterna migración,
resaca de independencia.
Sagrada soledad que reverbera
con cada sorbo de café.
Junto a la ventana.
A nadie.

Pequeño reducto de paz
donde las manos se aprietan
y los ojos se dan un baño 
de masas, mínimas,
mientras el corazón late
y la tarde se apresura.

Vivir dentro del recuerdo
de una sensación pasajera.
Grita un cielo despejado
en calidez circunfleja.
Suelto lo que sostenía
sobre la mesa.
Dejo de escribir,
mirando al patio
desde las alturas,
y me reduzco al mínimo
denominador común.

Quedo en silencio.
Cierro los ojos,
y huelo la primavera,
en pasado resplandor;
en memorias de una Geisha.
La taza a medio vaciar
fría, impertérrita
y el caliente recuerdo 
del primer sorbo,
frente al viento, me compensa.

martes, 29 de julio de 2014

Vida ecuánime

NO entiendo
las patadas del tiempo
ni el óxido de las manillas
del reloj que cuelga en la pared.

Respondo al inconformismo,
ante la incongruencia y el miedo.
Preparo la lengua
para sacarla al sol.

Náufrago de uno mismo,
sin valor ni emociones añadidas,
vástago triste de la suma soledad
que siente
 quien alcanza la cima del mundo,
 con el borde de los labios
(mientras muere...)
(mientras vive...)
para quedarse de nuevo
flotando boca arriba
en los charcos de fango
que afloran en la superficie
de las calles...

Me gustaría apretar los puños
y encontrar un instante
de Tierra Prometida,
sin echarme a llorar,
entre la melancolía
de recuerdos intensos y cercanos,
demasiado indescriptibles
como para ser soñados.

Solo deambulo entre pesadillas...

Dime, Diosa Fortuna:
¿Tango ahajé tu coraza de buena esperanza
y fe en la irresoluble incordura del que ama,
como para que ahora, en ráfaga,
en corta y cuarenta,
me arranques las pasiones,
 ilusiones,
susurradas entre sábanas de arena mojada,
delineando un futuro que no se deja ya oler.

Entiendo los motivos del CAOS,
del ecléctico vaivén de la compostura.
Entiendo que no sea el momento,
y no ser más que la persona sobrante..
.
Entiendo la fácil supresión de mi persona,
de mi voz, de mi alma.
 Lo juro, que lo entiendo.
Sin categorismos, sin arrastres de marea,
sin palabras que edulcoren ni embellezcan
la caída de los jardines colgantes.

Pero no puedo evitar amar,
no puedo apartar mi reflejo,
NO quiero hacerlo,
¡Sé que soy imperfecto!

Corrijo mi voz con la congoja acumulada
respiro de mala presenzia, No sueño
NADA
Espero mirando por la ventana, como quien vive,
ensimismado, dudando de que el viento me traiga
un pedazo de piel, espuma de Atlántico,
el sabor de tus labios, las chinas sombras
de tus dedos sobre mi espalda...

Demasiadas palabras. Puedo resumirme...

Ni todo es tan negro, ni huele a horno de leña.
La pureza reside en los latidos que no me pertenecen.
La distancia es una puta despiadada,
un contexto fácil y escabroso.
He decidido en máxima discreción
no callarme ni una lágrima más,
No puedo.
Porque no puedo.
Y aunque sale el sol,
y casi puedo inventarme
que se siente con una carizia,
suenan palmas en vez de latidos,
palmas en eco,
aplausos de fin de función.
Una muesca más,
poco soy más que eso.
Derribo las puertas de Roma,
para encontrarme sólo los cuerpos
sin vida
de cada uno de mis sueños.

miércoles, 16 de julio de 2014

El Dorado

El espejo frente a mí. Lleno de manchas, reflejos en negro de mí mismo. Un espejo agrio, resultante del paso abrupto del tiempo, del descuido, el afán por golpearlo todo. Yo, desnudo, sin apenas luz, aunque desde la calle las farolas encendidas alumbran hacia dentro, dejando en reverberación la afirmación de que la oscuridad es asumida y no obligada. Un yo, tembloroso y lleno de arañazos, interiores o externos, qué más da. Un yo, abatido, cansado y sin apenas reflejo. Con la mirada fija, en la parte superior del cristal, mirando con desdén, si puede usa palabra, lo que rebotaba de vuelta. Juventud. Juventud en pulso con la tentadora inconsciencia de acabar tatuado por una vida, en marcas, cortes, cicatrices, sin más interés que el insano sinsabor de quedar plasmadas. Un mapa de carne y músculos. Un mapa sin puntos concretos, sin puntos g, sin puentes levadizos. Quieto, casi inerte, parado frente al mismo. Mirándome como quien mira algo que nunca ha visto pero que le suena. Con la duda del que duda. Sin saber si a ciencia cierta, es el cuerpo el templo del alma, y si cuando el alma ebulle, el cuerpo se empieza a pudrir. Como una manzana a la intemperie, como el sueño desenfrenado de la vigilia. El ego da un paso atrás, no es eso lo que prima. La sensación del que divisa desde el mástil colono del conquistador tierra árida, y desiertos de arena sobre arena. Cierro los ojos. No ver nada me relaja. Giro la cabeza y me quedo con la vista clavada en la ventana, que tras unas cortinas rojas deja entrar un poco de luz. Un baño leve de fuegos fugaces entre tanta oscuridad.
.Oscuridad.
..Oscuridad..
…Oscuridad…
La boca se me hace agua al pensar que quizás ese Dorado que tanto obsesionó a Pizarro, que tanta leyenda ha hilado en torno al sueño de la vida eterna, del oro prometido, de la conquista del paraíso, no quedaba lejos de ser otra mera leyenda. Me miré el pecho, sin apenas vello, ni abdominales marcados, y empecé a intuir un destello dorado. Alsacia y Lorena entre mis costillas, junto al corazón, y yo sin tener ni idea. Golpeé con mi cabeza el espejo y al tercer intentó conseguí romperlo por una de sus partes. Cogí un pedazo de cristal, uno bien afilado, recién tallado a golpe de mente y me lo clavé en la mitad exacta y simétrica del torso. Harakiri de profética desgracia. Me removí la cría de espejo, en espejismo prolongado, a lo largo de la piel, formando un corte profundo. La sangre brotaba como buscando un lugar donde esconderse en cascada hacia el suelo. La luz seguía tras de mí, el espejo, o lo que quedaba intacto del mismo. Me fui muriendo sin pausa. No por perder el aliento fui desprendiendo menor reflejo. No había oro en mis entrañas, ni tierra prometida que valiera la pena mencionar. Sólo sangre y hueso. Una genuflexión frente a la santa muerte, con los ojos sobre los ojos, con los ojos sobre los ojos…


La violencia de una juventud desatada en manos de una fuerza menor. El sueño ininterrumpido en un hilo de aliento, extinguiéndose de forma paulatina. El vaivén de la ética existencial a un paso del suicidio. Los acantilados del fin del mundo al otro lado del espejo. Olas entrechocando, rocas en pie de espuma, y el viento caliente que emana de un sol en vísperas de clímax. El olor de la noche, el olor a vidrio roto, astillas de grano. Sólo queda el sonido, los ojos están demasiado cansados. Un sonido a nueva era, un renacer confuso donde no hay certeza inequívoca ni rastro del pretérito perfecto. El vuelo de un ángel sobre mi cabeza. Un ángel de plumas grises y pico curvado. El mismísimo rey de los cóndores, sobrevolándome. Un cuerpo joven tendido, yaciendo bajo la sombra del sino carroñero. Huele a azufre y a cera derretida. La farola del exterior ya sin luz imposibilita las sombras chinescas a través la cortina amatista. La sangre en alfombra de terciopelo. Babilonia en terciopelo rojo. Sujeto el último pedazo del espejo con la fuerza del que se niega al abandono. Mi cuerpo se desprende del alma mientras se va secando como una rosa de Jericó proveniente del desierto. Me quedo sin salivo. Me quedo. Apoyo la cara al suelo. Vienen los indios. EL cóndor se posa sobre el espejo observando mi cuerpo, que en baile epiléptico boquea en busca de aire. Me conformo con la luz que emite el reflejo roto de cualquiera de los pedazos de mi ira. Ni todo el oro de la entrañas de la tierra puede asemejarse a la conquista de la tierra prometida, del conocimiento sin causa aparente, del exilio del miedo o la ilusión de la vida eterna. El sol.


viernes, 18 de abril de 2014

calor ausenzia frío

No reluze el corazón por dentro
ni en su interior la carcoma
se induce al sueño
como si de un impulso
desastroso
y pendular
sus rayos de luz
quedaran huecos.

Aliento de miel.
Agreste denotación
silenciosa.
Fraude de sobrelatido,
confrontazión de
blancas manos.

A distanzia (¿?)

Alza el vuelo
el cóndor,
preso,
hazia el final
del mundo
en una caída
libre
que lo libra
de las enredaderas del suelo.

Bajo sus patas
su sombra se mezcla
con los latigazos del tiempo,
hundido, como de cera,
impasible al oleaje
que del sentimiento se nota.
(Lluvia débil entre nubes grises)

Sombras trenzadas
a mano cambiada,
en la velocidad,
el vapor y la luz
que de entre las ramas mustias
y por mustiar,
de los árboles y valles,
se dejaban filtrar.

Esa sensazión de vazío.
Ese ínfimo pulmón de inquietudes
y sueños, abriéndose y (en)cerrando
mi alma
a escasos centímetros
de un corazón de machadas.
Ni todo fluye siempre con fuerza.
Ni siquiera el amor,
la quinta esenzia del sino,.

Dícese del amargo del alcohol
que quema como fuego lo que toca.
Amargo regusto que a buena honra se paga,
se anhela y se rutinariza.
No por ello pierde fuerza.
No por ello debe serle permisivo.
Pero ante el capricho del azar,
el alcoholismo es Diablo sin juizio,
y la estupidez humana un arma de dobles
sentidos.


jueves, 20 de marzo de 2014

Todo no es piel

No todo es piel...

Apenas hay sombra,
todo es luz,
clara,
polivalente,
ensordezedora, luz
a ras de alma...

Se abre la ventana,
las cortinas, limpias,
con olor a limpio,
dejan pasar el viento,
huracanado
y tempestuoso.

Tan tempestuoso
como insuflarle aire
al Diablo en los pulmones
si pierde el aliento.

Su piel blanca
de escarcha.
Esculpidas las sábanas
en el mármol,
la arcilla universal
hecha arcilla,
piel y huesos.

Toco casi el zielo,
sin levantarme de la cama.

Mis manos, aprietan sus tobillos,
agrietando ese temblor
,con olor a orgasmo,
cada grito,
mientras sus muslos abiertos,
permiten que recorra
los túneles del tiempo,
                                           (...sabor templado a templanza de dioses...)

Aceleras la respirazión.
Sales ardiendo.
Te consumes
de forma espontontánea,
y huelo tu corazón,
bombeando sangre
y más sangre,
mientras mis manos
escenifican la conquista
de Constantinopla
a ultranza de moral impuesta,
y el desacralizado plazer
de perder cada gota de saliva
gritando
como un energúmeno
mudo, marcando el ritmo
de mi ira, mi indezenzia
y mis sueños
con mi lengua...

Cuerpo de monda de limón
boca abajo.
Espigas de bucle dorado
caen por tu cabeza,
invadiendo mis sábanas,
mis mareas de tela...

Con el reverso de mi mano
dejo impresas carreteras
de cicatrizes 'a uña viva'.
Viaje en busca del Dorado,
en un mar blanco
de labios hinchados
y voz fina.               (...)                              (...Como un canto de sirena...)

Cierro los ojos.
Huelo y saboreo
el talento innato
de la fortuna
de arrojarme al vazío,
entre los huecos de tu cuerpo,
y salir indemne...

Sé que no todo es piel.
Todo no es piel.
Hay voz y alma
y pasión desaforada.
Hay amor.

No hay mayor amor al arte,
que desviar la mirada
mientras entra el sol por la ventana.
Esa que antes
dejaba ondear cortinas
dejaba ondear con viento
los bucles de pelo dorado
mientras la mañana
huele a la sordidez
del éxtasis del exceso de piel...


domingo, 9 de marzo de 2014

'Deslizarse' hazia el oso...

Desperté sentado junto a una secuoya. Aturdido. Desperté sin saber en dónde estaba ni que me había llevado allí. Las manos heladas y los labios rotos casi por completo. Una sensazión de desazón me recorría el cuerpo. Mentiría si dijera que el porqué de donde me encontraba me era indiferente, pues despertar en tierra de nadie, con las manos de otro, y el corazón acelerado no es zielo ni tierra en mi día a día. 
Me incorporé despazio. La prisa es de cobardes. Me quedé de pie, primero sobre mí mismo, y más tarde, apenas unos segundos después, apoyado en el tronco de la madre secuoya, que se erigía sobre mi cabeza hasta alcanzar las nubes más rezagadas de la cúpula celeste. Un tronco rudo como mi voluntad, de un castaño cobrizo. A mi alrededor decenas o cientos de troncos que formaban un mapa de cortezas vivas, presencias vivas, sobre la que sostener el alma de todo un bosque. Pilares de madera sobre los que dejar caer la espalda, cansada en el sobresalto de buscar un punto reconocible que me sirviera de guía.


En tan sólo un instante se me vino a la cabeza el motivo de mi sitio. Empecé a sitiar ideas, hilvanar un 'conque' con el cual encontrarme a mí mismo. 

La caza del oso...

Fui al bosque para cazar un ejemplar, el más grande que pudiera. No tenía motivos para ello, o al menos no los tenía una vez hube despertado. Estaba solo en mitad de una nada de árboles y olor a otoño. Quizás era otoño, o pasar la noche entre el frío glacial de la naturaleza me había congelado un poco el alma, los sentidos, y por consiguiente la eficienzia de mi pronunciada nariz.

Toa la vida he estado obsesionado con la caza. He apostado mil veces mis ojos en sombras y luzes intermitentes en el quehacer incomprensible de interrumpir la falta de sosiego. El aliento ajeno, mudo y en aras de quedarse en pausa me ha robado horas y horas de sueño. Desde joven me lanzé siempre en un impulso imprevisible hazia la gran verdad que se esconde en la piel ajena. Pronunciadas zarpas y colmillos. Demasiados colmillos para restar importanzia al hecho de que esa búsqueda por esclarecer un impulso podía costarme la vida. Siempre me sentí vivo en el borde de la navaja, al filo de lo imposible, respirando de los pulmones mismos de la montaña, las estaziones esenciales, el fuego fatuo del tiempo...

Desperté por no dezir nazer, de nuevo, en cierto modo, como cada mañana. Esta vez, como un sol de trémula presenzia, el frío me podía y los vestigios de la noche me podían sobre las espaldas. Tenía el cuerpo cortado. La voz rota, de tos pronunciada, y un dolor en el pecho me hicieron pensar que no había sido buena idea perderme sin pensar.

(...de nuevo...)
                        (...por viejo...)

Cerré los ojos y contuve la respirazión. Inspiré hondo y eché el aire con todas mis fuerzas.

Ahí estaba él.

Ante mí, como una sombra de pelo y garras afiladas estaba el oso. Podía ser cualquiera, pero era el oso que había estado esperando. Abrió la boca mostrándome las simétricas puntas que a lo largo de su dentadura formaban un cepo de marfil perfecto. Perfecto como cada latido que en tono desacompasado temblaba dentro mía, en mí mismo, por cada recoveco de músculo y sangre de mi cuerpo.

La gran bestia parda, portando en su aliento una 'gran verdad', amarga e irresoluble. No tuve miedo por mí. Estaba inquieto en la incomprensible ausenzia de miedo. El animal gritó como un dios crucificado sin abrir la boca. Me lanzó chispas por sus ojos. Su aliento olía a fría noche. Sabía que había estado acechándome, y contuve la respirazión al darme de cuenta de que me había dormido esperando que se acercara. Quería tenerlo cara a cara, frente a frente.

Alargó una de sus garras y me destrozó la camisa. Empezé a sangrar, primero débilmente, luego, no tan débilmente. Y me dí cuenta de que todo mi cuerpo tenía marcas cicatrizadas de garras. En todas direcciones, en todo sentido. Tatuajes de una vida de garras animales. Y me eché a llorar.
No por el hecho innegable de que este encuentro podía arrancarme la vida, sino por todas aquellas cicatrizes que no podía recordar haberme hecho. Errores de una vida relegada a la desidia de una amnesia. ¿Voluntaria y decidida? ¿Deseada?

Puse mi mano derecha, con la otra me sujetaba el pecho justo donde me había marcado con sus uñas de oso, y la coloqué enzima de su cabeza. Se me quedó mirando con la desesperanza de saber que tenía que comerme o acabar conmigo. No le culpo en su apuesta. Quien de impulsos vive, traga agua hirviendo...


Desperté, sentado frente a una vida de dudas. Me fui haciendo a la idea, noche tras día, del 'escapismo'. Repetí raptos de fe y encuentros en mitad de la madre tierra con el mundo animal. Mi cuerpo no me lo podía negar. Cada cicatriz, cada pedazo de carne, cada mustia arruga... Cada sensazión de unión a la causa...


La caza del oso. Su aliento, sus manos y garganta; su olor a hojas húmedas, su fuerza, presenzia, hermosura eran reflejo. Reflejo mi propia sombra, de la atenuante indisposizión a encontrar más motivo que la locura, la batalla, el encuentro con LA BESTIA, como si de un ser mitológico se tratara. Olvidé todo, me olvidé a mí mismo y me obsesioné por cazar al oso, a cada oso cazado, como si fueran mis propios...

                                 ...miedos, mis ilusiones y fantasías.

Corazón en epopeya. Un inquieta angustia se me metía por dentro. Se me sigue metiendo. Casi puedo olerle el aliento a esa criatura. Casi pudo oler el otoño, aunque quede bien lejos. prieto los puños, y abro los ojos. Ni siquiera me preocupo por cerrarlos antes. Secuoyas y bosque suntuoso, con un sol que empezaba a morirse, a marchitarse como mi propia voz. Se me hazía de noche, y no tenía ni la piel del oso a la espalda, ni la muerte anunciada cuando creía haber sido atacado por el mismo. No hay osos en campos de secuoyas, no hay demonios donde mora el sueño. Sólo luzes tenues y sombras alargadas, que como sombras chinescas deforman la vista apercibida, regalando una ilusión al 'ojo que no ve, y el corazón que desoye...

Grandes osos vagan por la mente humana, con hambre voraz y paso asentado. Osos sin intenzión ni motivo. Alusiones de majestuosidad, pelo y garra afiladas. Y mientras tanto, yo sigo oliendo el otoño cuando me decido a despertarme tras sentir que se acercan para marcarme a 'muesca viva' revolviéndome en el frío, la vida...
                   
 la vida...

la vida...