viernes, 22 de marzo de 2013

Labios como lobos

El miedo
se te come
por dentro...
                    tan dentro...
que no
se puede
ni abrir la boca
sin sentir como
la lengua
se seca
entera.

He arriesgado mis manos
apostándolas
en "cuchillos
que se clavan"
y mala comunicación
conmigo mismo.

No quiero
acabar
destripado
bajo las sábanas
inutilizado
y sólo.
Tengo
fantasmas
grises
que me cogen por el cuello
y gritan mi nombre.

Por más que me acompleje
la complejidad
que pasa por mi cabeza,
sigo
saltando al vacío,
(pongamos sentido metafórico)
empujado
por mi propio miedo.

No me soltaré...
No me soltaré...
No me voy a soltar...

Siempre que falla algo
en lo más hondo
de mis entrañas
recorre un sentimiento frío
mi interior.
O viceversa.
Lo importante
es no poder
aguantar las lágrimas
cuando oigo
una posibilidad
en alza
de que se me cierre la puerta
y no tenga fuerzas
para quedarme
de nuevo
angustiado
por una complejidad
tan propia
y tan sagrada
que me cueste la vida
o parte de ella.

Escupo sobre mis principios,
erigiendo unos nuevos.
Mi base emocional
es el fondo quemado de una sartén
tras un desayuno de ceniza.
Nada sabe mejor
que un poco de fuego al despertar.
Negro...
             ...todo me sabe tan negro...

Despertar...
aunado
por labio
                 piel
                            boca "sobre-abierta"
              corazón a medio roce
y sabor a humo.

Estirar la lengua
cuando caen burbujas de jabón
siempre merece la pena.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Saturada mente impresa en ocre perfumado

La lluvia empezó a caer.
Ya llevaba
un buen rato
afilando las casillas
del tablero de ajedrez
con la sangre
hipotética
de las unidades caídas.

Una mirada intensa,
Cerca, muy cerca.
A escasos
saltos de caballo.

Aceitunas
inundadas.
Sabor a pausa.
Rocío tardío
de mañanas claras.

¡Abre la boca!
Los ojos cerrados
describen
en la completa oscuridad
un corazón que late.

Eres hermosa-
vociferó el Diablo,
mirando desde lo alto
una ciudad de aguas
tibias, y aceras muertas.

La lluvia seguía cayendo.

        Caía.
Caía.
                 Caía...

Tejados de pronta primavera,
en un blanco y negro
de sepulcral belleza.

El sol intentó salir a flote,
pero no insistió.
La humedad se hizo
con el aire,
y por un instante,
todo pareció limpio.