viernes, 1 de agosto de 2014

Aiboga y Eritrea

Tengo corazón.
Viento en sátira
vuela
se reconvierte en espasmo
¡Marea de mareas!
El sol trina
por salir
y morder las montañas.
Aunque no hay sol,
ni montañas,
ni propia marea.

Granjeo sombras por cada latido pasado
paso por delante de vitrinas
de instantes guardados a conciencia.
No tengo ilusión por recobrarlos.
Caigo en el Diógenes de la numismática,
ofreciendo mi alma al Diablo
por un poco de viento.

Ya no puedo más.
No puedo abrir la mano
y perder los dedos
sin que a nadie le importe.
Ya no puedo más...
...que encontrar un espazio
apartado y en silencio,
encontrarme con la voz del sueño
y gritar muy alto.

No puedo más.
Esperaré como al que le esperan.
Sin prisas, ni agobios...
sin mala fe. Con el alma ardiendo.
Con la fantasía incontrolable
de que su pequeña mano;
(o su pequeña voz, rota y quebrada,
o su habilidad para oler a hierbabuena)
surque mi espalda
marcando en cada pequeño afluente
de cada carizia
una marca atemporal...
De fondo, una sonrisa.



Hoy más que nunca
nace un Nuevo Día,
con sabor a despedida,
con huracanados cambios de huracán,
improvisados rayos de sol, huidizos,
y siquiera nada de hambre.


Será que ya no es primavera, y todo vuelve a arder.
Como siempre.
De corazón.
Como ves.
Caliente.
Caliente.


jueves, 31 de julio de 2014

Café de Avellaneda

Una habitación con vistas
a un patio.
A ninguna parte
en particular.

El ambiente, cargado
del humo denso del tabaco
se deja iluminar débilmente
entre las cortinas
y las agrietadas persianas
por encima de la mesa.

Cristal en reflejo de ceniza.
Música de fondo.
Se agita el mundo
al otro lado de la ventana.
El viento sopla con aspereza.
Tropieza mi vista
sobre las baldosas blancas y negras,
que estáticas, acumulan polvo.

Una habitación,
un sueño.
Mobiliario en eterna migración,
resaca de independencia.
Sagrada soledad que reverbera
con cada sorbo de café.
Junto a la ventana.
A nadie.

Pequeño reducto de paz
donde las manos se aprietan
y los ojos se dan un baño 
de masas, mínimas,
mientras el corazón late
y la tarde se apresura.

Vivir dentro del recuerdo
de una sensación pasajera.
Grita un cielo despejado
en calidez circunfleja.
Suelto lo que sostenía
sobre la mesa.
Dejo de escribir,
mirando al patio
desde las alturas,
y me reduzco al mínimo
denominador común.

Quedo en silencio.
Cierro los ojos,
y huelo la primavera,
en pasado resplandor;
en memorias de una Geisha.
La taza a medio vaciar
fría, impertérrita
y el caliente recuerdo 
del primer sorbo,
frente al viento, me compensa.

martes, 29 de julio de 2014

Vida ecuánime

NO entiendo
las patadas del tiempo
ni el óxido de las manillas
del reloj que cuelga en la pared.

Respondo al inconformismo,
ante la incongruencia y el miedo.
Preparo la lengua
para sacarla al sol.

Náufrago de uno mismo,
sin valor ni emociones añadidas,
vástago triste de la suma soledad
que siente
 quien alcanza la cima del mundo,
 con el borde de los labios
(mientras muere...)
(mientras vive...)
para quedarse de nuevo
flotando boca arriba
en los charcos de fango
que afloran en la superficie
de las calles...

Me gustaría apretar los puños
y encontrar un instante
de Tierra Prometida,
sin echarme a llorar,
entre la melancolía
de recuerdos intensos y cercanos,
demasiado indescriptibles
como para ser soñados.

Solo deambulo entre pesadillas...

Dime, Diosa Fortuna:
¿Tango ahajé tu coraza de buena esperanza
y fe en la irresoluble incordura del que ama,
como para que ahora, en ráfaga,
en corta y cuarenta,
me arranques las pasiones,
 ilusiones,
susurradas entre sábanas de arena mojada,
delineando un futuro que no se deja ya oler.

Entiendo los motivos del CAOS,
del ecléctico vaivén de la compostura.
Entiendo que no sea el momento,
y no ser más que la persona sobrante..
.
Entiendo la fácil supresión de mi persona,
de mi voz, de mi alma.
 Lo juro, que lo entiendo.
Sin categorismos, sin arrastres de marea,
sin palabras que edulcoren ni embellezcan
la caída de los jardines colgantes.

Pero no puedo evitar amar,
no puedo apartar mi reflejo,
NO quiero hacerlo,
¡Sé que soy imperfecto!

Corrijo mi voz con la congoja acumulada
respiro de mala presenzia, No sueño
NADA
Espero mirando por la ventana, como quien vive,
ensimismado, dudando de que el viento me traiga
un pedazo de piel, espuma de Atlántico,
el sabor de tus labios, las chinas sombras
de tus dedos sobre mi espalda...

Demasiadas palabras. Puedo resumirme...

Ni todo es tan negro, ni huele a horno de leña.
La pureza reside en los latidos que no me pertenecen.
La distancia es una puta despiadada,
un contexto fácil y escabroso.
He decidido en máxima discreción
no callarme ni una lágrima más,
No puedo.
Porque no puedo.
Y aunque sale el sol,
y casi puedo inventarme
que se siente con una carizia,
suenan palmas en vez de latidos,
palmas en eco,
aplausos de fin de función.
Una muesca más,
poco soy más que eso.
Derribo las puertas de Roma,
para encontrarme sólo los cuerpos
sin vida
de cada uno de mis sueños.