martes, 25 de octubre de 2011

Rockabilly

Demonios
eventualmente
vestidos de demonios.

¿Quién no es
a fin de cuenta
uno?
Tibio
egoísta
megalománico.

¡Callaos!
No puedo cerrar los ojos.
Me duele.
¡Callaos!
Aún no estoy en el infierno.
No.
Apartad vuestras voces.
Cerrad las lenguas
cansadas
de gritar
buscando el corazón.
No, el mío.

Un solo instante
De silencio.
Respirar,
sin hacerlo,
del aire viciado
por quienes
viviendo acelerados
queman
todo el oxígeno.

Con los ojos cerrados.
No puedo.
No puedes.
Ruido.
Voz en alza,
creciente
difusa…
Dentro de mi cabeza,
apretándome los dientes.

No más demonios.
Sucios por dentro
a luces varias.
Necesito
matar el virus
que me obliga
a mantenerme expectante.
No tengo miedo.
Los demonios
huelen como yo.
Beben de mi boca
y se me comen
como un pedazo
de carroña
guardada
en conserva
durante más
de una década.

Interminable trayecto en autobús

Odio
El ruido
De las voces
Estridentes
Y agudas
Que resuenan
Para sí mismas,
Con el oído propio
Como pared de choque.

La risotada
Interminable
Desagradable
Y áspera
De quien
Olvidándose
Del mundo
Le prende fuego
Sin preocuparse
Siquiera.

Odio
No pensar.
No pudiendo.
No sentir
Quedarme ante el frío.
Humedad.
Todo el polvo se viene abajo.
Mientras
Se me escapa el alma
En cada malsonancia,
Cada ruido
Que sin ser buscado
Me encuentra
Y me deja los tímpanos
Como témpanos de hielo.

Al menos,
Ya comenzó el frío.

lunes, 24 de octubre de 2011

Basura a medio camino del frío

Me gusta
calarme
cada uno
de los huesos.
La lluvia se me cuela.
Hace demasiado
que No.

Necesito ahogarme,
no tragar
polvo
durante unas horas
y respirar con los
pulmones abiertos.

Descansar la vista
en un punto frío.
La ventana me vale.
El cristal
manchado.
Vaho.
Otoño.
Otoño.
Maldito otoño
que tardando en llegar
languidece
en un prolongado
punto y seguido
irregular
e inquietante.

Aunque mejor así.
Demasiado calor
quema
hasta la última neurona.