jueves, 15 de julio de 2010

Demasiado tarde

No puedo aguantar el pulso. La noche, como el día... (hermosas noches y oscuros días...) me trae un aroma a nerviosismo. Miedo. Sensaciones de frío ártico, los puños cerrados golpeando todo lo que toco a mi paso, mientras a mi alredor todo huele a primavera de ceniza. Hermosas flores, de ensueño, quemadas por doquier. Un otoño artifical, helado, de mustias hojas, verdes, caobas, con versos sobre el caelio, y cada una de sus putas y maravillosas estrellas...
Se me escapan las lágrimas... cuanto te amo... No sé que soñar, ni que pensar. Dedos que tiemblan como besos, que se perciben, recuerdan, recitan... besos de labios cerrados, dispuestos a abrirse a la sonrisa. Arriesgar. Tomar el mundo por los cuernos, y escapar llevándome conmigo la caricias de 'la vida', entrecomillada solo para lograr discernirla de esa realidad abstracta que nada me hace sentir. Mientras ella, latido, hecha toda de melaza, sonríe.
Resulto redundante, mis ojos lo son, y aún más mi corazón. Nunca tuve tanto miedo, ni mi cuerpo reaccionó de tal manera a los impulsos de un aliento ajeno, mezclado con bocanadas de tabaco...negras, como unos eternos cabellos, negros...
¿Quién se me abalanzó sobre la espalda y con un movimiento lento convirtió cada exhalación de mis pulmones en vaho, restos de los fantasmas de un beso, humo?

Costaría decirle, el daño que porto sobre la palma de mis manos... alejando parecidos con mártires hebreos. Unas manos con marcas de otras manos, que a su vez ya dejan de ser carne, para tornandose pluma alzar el vuelo.
Dejo, quizás, parte de ese miedo, enamorado de ti-ritantes gotas que llueven epitafios de amor en una caída preciosa, y precipitada.

Y aunque sé que la duda corroe al más fuerte, aunque sé que siendo como soy, esto me puede conducir hacia el vientre la bestia... esas caricias en lo alto de esa noche de cristales rotos, sin ningún Moisés liderando un mar quebrado por dentro, consigo conciliar el sueño, sin necesidad de cerrar las jodidas cicatrices, que mi piel te recita, ni los párpados, que en la cercanía consumen la hermosa madeja de labios que no paran de hacer señales de humo a la muerte...