jueves, 21 de octubre de 2010

Morir en llamas de cielo...

No me importa absolutamente nada
que se me queden los dedos entre las puertas
que Rodin talló
para acabar sentadas en un vulgar museo.

No dejaré que por no pillarme la mano
acabe llevándome la corriente,
mientras esa corriente es de vinilo
y suena rayada
ahogada por un grito mudo
de un corazón bipolar
de oso
de garras rotas
y pelaje invernado.

Amar,
es solo eso.
Me quedo corto,
no puedo
siquiera verme en la situación
de abandonar la lucha
armada,
con tus labios carmesí,
cuando plácido descanso,
en tu maldita ausencia
en tus sábanas bicolores
insipidas a la sombra,
de huecos dulzes
y musa reflexiva...

Pieles
sobre una cama demasiado fría,
no consigo cerrar con fuerza la ventana
y de noche se me posan escalofríos
con forma de manzana
pecado y sabor a humedad disecada,
y no recuerdo ni mi nombre
cuando me fumo lo que pueda
tartamudeando por no tenerte.

Escupo hasta lo último de mis pulmones,
y nunca es suficiente,
en un arriesgado intento de humo
a tu manera...
a tu figura,
mientras sigo más solo
que un huno masturbando su sombra
en una estepa
fría,
porque Siberia queda exenta de amores
cuando llega el invierno...
Pero es otoño!
y no me da la gana de quedarme observando la nieve
que caiga
o en pretérito cayera,
sino que me quedaré
viajándote,
arracándote la ropa,
por la que luchan humanos y dioses,
y vestirte de porcelana
para quebraros y uniros a base de saliva...


No me caben más fieras negras en la boca
que boca arriba mira el cielo,
no busco,
ni encuentro,
ni cubro...
germinan magnolias en mi cáncer...
con olores a gerbera...

Y suicidarme
con un olor a canela ácida
mientras me tomo un baño.
Porque me tomaré uno,
y tú estarás junto a mí.
Hermosa como nunca...
Palabra de p(r)o(f)eta...