jueves, 15 de noviembre de 2012

Traspiés y paso acelerado

Negras ovejas
me muerden
los ojos.

Un paso
en falso,
uno de tantos,
desconsiderado
como el que más,
menos yo
que de costumbre.
Cansancio.
                              ¡Despierta!

Demasiado peso
sobre los párpados.
Arranco
las raíces podridas
y me encuentro de
nuevo
con esos
ojos que cansados
de mirar
se quedan petrificados.
Quiero arrancarme
la mala sensación
de perder
la fe.
Esperanzas que se aferran
pero que no salen a la luz.

Ovejas negras pasan
sobre mi sombra
y arrancan parte
de mi camino.
Me quedo frío.
No puedo apartarlas,
ni cogerlas
para lanzarlas lejos...

Necesito.
Agresividad y fuerza de golpe.
Tumbar en un K.O
severo
las malas tentaciones
que llevan a la depresión
a quien se descuelga
ciego
por la cornisa más escarpada.
No soy ningún héroe,
pero te prometo,
que si los demonios
siguen mordiéndome las muñecas
y las piernas,
abriré la boca
y clavaré mis dientes
sobre cada demoníaco bovino
que en una cuenta atrás
de pesadez interminable
me haga olvidar lo que de verdad
me da la vida.

Fuerza, vida...
todo por la saliva de mi garganta
y el aire que entra
para salir
en pleno huracán de mis pulmones.
Pequeña, Dorothy,
arrástrame contigo.
No hay brujas donde vamos,
sólo demasiada lluvia
y niebla de aliento caliente.

Nuestro Sinaí...
siempre con regusto a ceniza.