martes, 11 de enero de 2011

Frío, sin sentirme la noche...

Uno se acostumbra
a dormir demasiado.
Ni te esfuerzas por respirar
y no te faltan
dientes de leche,
a mano,
con que remover el café.

Dioses y monstruos
que te devoran
a pierna abierta.
No puedo fiarme
ni de mi sombra
cuando me desnudo.
Las marcas de mi piel lo demuestran.
Debería de ser consecuente.
pero me gusta arrojarme al vacío...

Vacuo
con la vista hecha miel fundida
Te llamaré Rosemary
como alguna niña de películas
de cine en blanco y negro.
Espero que no se nos agote el vino.
Aunque sinceramente
no termino de cogerle el punto.
Las petacas sin cabeza,
saben , a hierro, mucho mejor.

¡Aspas!
¡Aspas!
si el ventilador se te traga
y comienzas a dar vueltas.
en 80 o 666 días
faltará aire para escapar
cuando te clave los dientes.
Ninguno de leche.
Los reservo para el café.
sólo para ti...
con terrones alcohólicos de azúcar...

La felicidad mata al poeta,
y su poesía se debe a la amargura
y la tristeza
de la autolesión y el abandono.
¿De veras?
¿Creer esta fantochada?
Soy jodidamente feliz,
y me falta piel para las arrugas
que salen cuando te mueres
de la única forma que se puede morir,
ardiendo...

Llenaré la bañera
con cerillas sin cabeza,
y me quedaré dormido.
Preferiría que estuvieras.
Tengo miedo a no arder.
Y no importa si duermo demasiado,
sigo soñando despierto...