miércoles, 6 de agosto de 2014

Meneo patinete

Dos bocas abiertas
con dientes
separados
y apunto
de encontrarse.

Lengua, saliva de sal fina
entre dos lenguas
hechas una.
Lenguas de tropiezo
de ansia viva, en carne viva.

Mordidas y a jirones
en el marfil
que aprisiona
la enzía de labios rojos
al lado exacto
de la muerte
dulce y atrevida,
atreviéndose,
a golpear
la dezenzia del silencio
incando el diente.

Labios de piel
en sangre caliente.
No toda garganta alflora
girasoles de hojas negras.
Ni todo el miedo
irresoluble de la inexpliativa
reencolntrada;
a cada salto
entre la vereda
de manos que se ajitan
y el alma se aterra.

Se malinterra. Como si dijese tierra adentro.
Al final, costó cara la sombra de la saliva.

Esbozo y traqueteo

Verano

Ruge mi alma
siempre
a deshora.

Intento escapar
del atardezer mustio
sin caer de rodillas
llorando
frente a la noche,
joven de inquietudes,
en soledad recibida.

Ruge mi corazón
débil de fuerzas
como tratando de llegar
hasta el interior
del estómago
de la madre tierra.
Sin encontrar agua fresca
ni musgo
pegado a las piedras.

Hoy más que nunca
nezesito,
que me rescates
con un beso.
Sólo un beso.

No ostento corona ni cetro
ni el terciopelo,
sobre mi piel, marquesado;
Mi valor es cuestionable,
y mis miedos de cuantía.
Abro mi corazón en refresco,
siempre me dan las tantas
del siguiente día, el siguiente espasmo.
Soplo por no gritar.

Acuziante refriega de malas ideas
en tono de lírica y machada.
Hoy por hoy nada importa demasiado
como para creer
en la fe inquebrantable o
la promesa de una nueva carizia.

Cuando llegue septiembre, y muera el verano,
quizás se disipen las nubes negras
que consumen la luz interior
de quienes se callan
para escuchar como muere el tiempo.
Entre labio y labio.
Entre luchas acaezidas
entre el calor de quien se ama.
Salpicando olor a vida.
Salpicando. Salpicando.
Sentirte, polvorienta,
multicoloreada, torpe, miope,
resplandeziente, árida...
con piel con sabor a sal.

lunes, 4 de agosto de 2014

Belize

Cuando sólo nezesito un colchón frente a la ventana, sobre el suelo, entre tanta ceniza, polvo y restos de tecnología. Cuando todo queda algo perdido y no encuentro las cortinas. No puedo correrlas, para que entre la luz. Me tiembla el pulso, cuando ante la inminente aventura de robar el primer beso, en una azotea cualquiera o las sábanas de ese colchón antes mentado, dejado florecer sobre el suelo, todo se queda en silencio. Es extraño ser ya nada de lo que tanto me costó ser. Quiero ese sol sobre tu espalda, esas manos que navegan por la misma sin sentido. Ya, Virgilio, en su odisea dejó entrever que la fe y la suerte no están de la mano. Yo contemplo su obra hecha carne. Sus olas de cintura prieta, su oleaje moldeando pechos florecientes. Piel de opalescencia, carne trémula, mirada perdida, dientes sin mella. Hoy, vuelvo a abrir los ojos, tumbado sobre unas sábanas tristes de ronroneo, y muevo la parte inferior de una cortina, como esperando que el sol esculpa de la Nada esa Babilonia que el Atlántico me arrancó. Estiro los dedos y dejo las huellas sobre el cristal de la ventana. Nada aparece, ni siquiera moldeado de la Nada. No me quedan lágrimas, aún es demasiado pronto. La madrugada ha sido larga y mi corazón un peso muerto con el que cargar sin aliento. Las sábanas azules secas y revueltas, el olor a soledad, la apuesta por mantener en agrietado modo una sonrisa aun cuando algo no parece funcionar, cuando el sueño se escapa y no vuelve, cuando estás ahí, junto a mí, dormida, sin preocupaciones, cerca, muy cerca... (Vuelvo a matizar) ...tan cerca que casi puedo besarte los huesos... "Que alguien venga y me rescate con un tópico beso tropical", dije en tono dramático, y lleno de emoción, con el pelo sobre la almohada y la mano sobre el corazón. Como una última voluntad para quien pierde el valor a la locura. Como un último latido, como mano ajena sobre mi apecho. Abro los ojos. Abro los ojos. Vuelve a ser demasiado tarde, o quizás sólo es la distanzia, que empaña la vigilia concedida a destiempo, entre caricias, mientras me quedo dormido...