miércoles, 22 de agosto de 2012

Corazón que sofoca

No por amanezer
de forma continuada
se practica el escapismo
de las horas de sueño.
Noches cerradas,
a cal y canto.

Secuencias sin interludios
o intermedios de sueño.

Lágrimas
cayendo por debajo
de la piel.

Amaneze
y un reguera tenue
de frío me paraliza
la garganta.

Siempre cae la noche,
sin demora,
interpretando la canción
que todos conocemos,
que nadie oye
mientras duerme profundo,
pero que en mi caso
escucho hasta la saciedad.
Un lamento,
un sonido prolongado,
en una sola nota sostenida,
aguda y ahogada.
Un lamento sin tristeza alguna,
como gritos de gato
mientras cierras el saco...

La noche me conmueve
y me incita a perderme.
En mí, entre mí, conmigo...
Procuro cerrar los ojos
durante el día,
para que al anochezer
sea mi oído,
y no mi vista,
quien me dicte
la pauta a seguir.
La locura interminable.
El corazón a bocanadas.

Hojas amigas

Demasiado profundo.
Honda hondonada...
Otoño,
con cada uno
de sus rascacielos.
No paro de apartarme
malditas hojas de la cara.
Blandas, opacas y ásperas
hojas en mi cara.
¿Para qué engañarme?
No por insuflarme
espíritu de otoño,
y quitarme mosquitos
imaginando que son hojas,
dejará de ser verano.
Verano de calor y más calor.
De falta de calidez.
Mustia sombra
la que me acompaña.
Mustio todo,
excepto el bochorno
que del sol se me adhiere.