martes, 24 de julio de 2012

Zorras y vino deshilachado

Riesgo.
Cardenales
de un negro
apasionado
en la planta izquierda
del pie.
Tras una caída aparatosa.
Tras resbalarme con
mi propia
sombra y
pisotear un corazón
que convertido
en zapato de cristal
sólo sirvió
para un último vals
de sudor y sangre.

Las fuerzas
no siempre
pueden servirse.
Mi cuello alberga una tensión
que desarticula mis gestos,
consiguiendo tornar
mi fijación de músculos
en deforme consonancia,
en un frío
e hierático semblante.
Sin arrugas ni vida.
Como uno más...

Necesito un buen boca a boca.
Que se me salga hasta la última gota
de agua salada de los pulmones.
No atragantarme más con la lengua,
a no ser que sea ajena,
y comerme el mundo
ensartando sus negras nubes
con las astillas que tengo clavadas
entre cada órgano, ...
                             cada voz, ...
                                               cada paso...
Y que si hay algún  miedo...
 Que salga de tu garganta
mientras mi esperma se disuelve en ella.
Miedos con esencia a vida nueva.
Pesadillas de escaso valor.
Autopistas de noche
No hay más amanezeres.
Se escuchan grillos,
gritos...
y orgasmos ideados.
Idílicas muestras
de que algo se mantiene latiente
entre las horas de días muertos.
Piel de serpiente.
...Te toco...
Tienes piel de serpiente.
Abre tus piernas
y ofréceme la manzana.
Tan sólo necesito
tumbarme al sol
con semejanzas a iguanas,
y sacar la lengua
para sentir la brisa.
(mientras el sabor
de la manzana
se corre por mis labios...)

Vamos! Vamos!

La voz ronca
de gritar
a todo
lo que me rodea.
Ataques de ansiedad,
mientras
el control se me escapa
de las manos.

No sé si caeré
rendido
en mitad de la calle,
o seré pasto
o abono
de cunetas frías.
Mi cuerpo está
convaleciente,
herido
y precozmente
envejecido,
por el exceso de miedo,
el sofoco
de ver arder mi cerebro
mientras duermo,
y esa nauseabunda sensación
de ansiar algo
tan profundo
que en su ausencia
se me quiebra el alma,
hasta dejar un trazo
cenízeo,
irregular,
tenue y oscuro;
con forma
de corazón.