martes, 24 de julio de 2012

Vamos! Vamos!

La voz ronca
de gritar
a todo
lo que me rodea.
Ataques de ansiedad,
mientras
el control se me escapa
de las manos.

No sé si caeré
rendido
en mitad de la calle,
o seré pasto
o abono
de cunetas frías.
Mi cuerpo está
convaleciente,
herido
y precozmente
envejecido,
por el exceso de miedo,
el sofoco
de ver arder mi cerebro
mientras duermo,
y esa nauseabunda sensación
de ansiar algo
tan profundo
que en su ausencia
se me quiebra el alma,
hasta dejar un trazo
cenízeo,
irregular,
tenue y oscuro;
con forma
de corazón.

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