sábado, 5 de septiembre de 2015

Se me rompió el alma al verte ir; Al ver cómo 'como si nada' se apresurabas a aquel hostal de baldosas verdes. De baldosas verdes y blancas. Te alejaste con un llanto incipiente y una sonrisa marcada. La aventura de la vida no es tragedia que valga. Todo camino nuevo es una suma interminable de oportunidades. Pero aún así te evaporaste antes incluso de que empezara la primera lluvia del otoño. Se te muere el verano en los brazos y tú no dejas de bailar. Tus muslos y tus andares de diosa venida a menos, que no con menos vida. Te cruzaste de acera en dirección contraria y te imaginé girándote para hacer un corte de mangas o sonreír con alguna lágrima en los ojos. Cada uno vive su propio paso del tiempo. Cada uno se rompe a su manera. Y es el no poder elegir cuando cruzar la calle y arrancarte una taza de café y algún insulto o bordería, entre la flojera mitológica, lo que me hace valorar la ausencia: Tu ausencia. Tu sombra, tu interminable incapacidad de comunicarte borracha. Las noches en vela, las mañanas medio muertas, medio muerta, alargando la sombra al estirar todos los músculos del cuerpo estirándote como un león contorsionista. Siempre nos equivocamos a la hora de las despedidas. Nunca nos gustó tener que presenciar nuestra propia madurez al cambiar el 'hasta luego' por un adiós. Seco. Tan seco. Pero nos perdimos de vista como siempre hacemos, nos dimos la pauta a seguir, nos encargamos de olvidarnos de casi todo el mundo y nos dimos al olvido, que tanto nos entretiene. Besos y piel contra piel en una despedida geográfica. Ante mis ojos cada maldita parada de esa bajada a los Infiernos que fue el conocerla. Una maravillosa pérdida de vergüenza, discurso racional y vida a medias. ¡Arde súcubo de piel marchita! ¡ Arde y rehazte con una luz aún mayor! Te daría un puñetazo en el hombro como acuerdo y garantía de tu éxito futuro, pero me conformaré con escupir un poco más de humo, echarte un poco más de menos y saber a ciencia cierta que del amor germinan las plantas más bellas y más fuertes, echas jirones, entre pinchos, plagas y la lluvia. Esa lluvia que define tu estado de peor ánimo. El mejor de los míos. Te tengo dentro, tan dentro que sin ti se me caerían los pilares de un mundo del que formas parte de forma más que intrínseca. Cuesta cambiar un adiós por un hasta luego. Cuesta. Y cuesta bajo siempre se respira mejor. Corre. Adiós.