martes, 27 de marzo de 2012

La piel del oso

Cuando se me pide lengua
sin tragármela
sin quedarme sin voz.
Mudo.
No lo sé,
siendo a ciencia cierta
sincero.

No me gusta
no poder
saber
si las yemas
de mis dedos
están quemadas
por la razón
que sea.

Cambiarme
la piel
por dentro
no es siempre
fácil.

Pero
la carne del oso,
tiene como encanto
su sabor rancio.
Las bestias muerden.
Su rancio regusto.
Con o sin oso.
Acaba quedando
sólo
los pedazos de carne
entre las enzías.
Merece la pena.
Merece la pena.
Merece la pena.
Merece la pena.

Toda excusa
se desvía del asunto
en clave.
(de oso)