sábado, 3 de marzo de 2012

¿Qué coño importa?

Con la mirada
 rota
sin demasiadas
ganas
de abrirse
y observar,
pues por sentir,
casi que no
siento, quisiera.
Necesito ver,
abrir los ojos
de par en par
y comerme cada puñetero detalle,
cada mala hoja seca,
pájaro muerto y gris cemento.
Quiero.

No tengo excusas
si un Dios
de corte neofascista
me arranca
la buena estrella
y me recibe
al despertar
con un puñetazo
en uno de los lados
de la cara.
Sangrando...
me levanto.
(Aunque sangrase por fuera)
No importa.
Ni le importa a él,
ni demasiado a mí.
Estoy acostumbrado
a girar la cabeza
cuando oigo mi nombre.
A dedicarme a oler
lo que otros simplemente devoran
con sus pupilas brillantes.
Mi lengua putrefacta como lazarillo.
Mis pies fríos, de forma asombrosa.
No me dedicaré a mirarte
de reojo.
Supongo que puedes serme infiel...