rota
sin demasiadas
ganas
de abrirse
y observar,
pues por sentir,
casi que no
siento, quisiera.
Necesito ver,
abrir los ojos
de par en par
y comerme cada puñetero detalle,
cada mala hoja seca,
pájaro muerto y gris cemento.
Quiero.
No tengo excusas
si un Dios
de corte neofascista
me arranca
la buena estrellay me recibe
al despertar
con un puñetazo
en uno de los lados
de la cara.
Sangrando...
me levanto.
(Aunque sangrase por fuera)
No importa.
Ni le importa a él,
ni demasiado a mí.
Estoy acostumbrado
a girar la cabeza
cuando oigo mi nombre.
A dedicarme a oler
lo que otros simplemente devoran
con sus pupilas brillantes.
Mi lengua putrefacta como lazarillo.
Mis pies fríos, de forma asombrosa.
No me dedicaré a mirarte
de reojo.
Supongo que puedes serme infiel...