No me quedaré aquí,
dijo el espectro.
Se marchó, recogió sus manos tristes
tristes manos,
y echó a andar
campo a través.
Espanté mis fantasmas,
me conduje hazia lo razional
y sonreí.
Sonreí,
como si mi corazón mustio,
mi falta de alma
y la soledad
cresciente y armada
en dientes rotos
de apretarse,
fuera motivo suficiente
para pensar que la vida
tiene más sentido.