lunes, 3 de octubre de 2016

Noche y cicatriz


Me siento a fumarme la vida
como cada noche;
a observarme
con esa saña,
madre del tiempo,
las cicatrices
que me marcan.

Esas jodidas cicatrices,
mapas de descontrol,
y juventud deleznada.

Se me escapan los ojos
Con cada lágrima.
La soledad mortifica,
incluso al dios de dioses.
Pero a mí,
no.
Para eso tengo mi piel
de heridas.

Si me duelo,
lo hago porque flaqueo.
Mi boca sabe más a negro,
Y mis rodillas
no soportan tanto peso.

Aguantando la respiración
como en un sueño;
Vuelvo a enzarzarme
En disputas de mala muerte.
Y mientras escupo sangre,
Se me atraganta la lengua.

Quedo, desnudo
Como un silencio;
Solo,
Áspero, mientras
me trago el corazón.

Tristemente olvidado,
(rey del vómito sentido)
Junto a mis jodidas cicatrices.

Santos inozentes

El temperamento de las espezies

Viene a sobrevenirse sobre
NUESTRAS cabezas
huecas, huidizas;
Presas del remolino
y eternas
lluvias
de
ideas...


lunes, 14 de marzo de 2016

No hay infierno

Mi vida... tantos atajos, tanta vida acumulada entre los dedos, antes de cada caricia. Tus labios, casi ni los recuerdos, mientras un regusto amargo de pasiones desaforadas se me queda en el cielo de la boca. Me muero. Cuesta imaginaros al otro lado del mar muerto, que durante noches fue tornado en encerado de baile.
No hay infierno

jueves, 18 de febrero de 2016

Es Tar (S-D) e

Estarse en la Parra...
Estarse en porte; Inmovilizar el norte.
Escanziada la vista,
escenificar el olvido...
Pararse ante su(s) luna(res),
su marea turbia, su mare nostrum.
Robusta, pálida, glazial...
bajo el limón y la sal
de un gerundio que resuella
contra corriente y tiempo
en gerundio existenzial.
Tic tac
Tic Tac
(Me voy, me voy, me voy, me voy... Que tarde ha de ser ya)

viernes, 15 de enero de 2016

Zoroastro de pies descalzos

Perdemos el control. Nos quedamos sin pensamiento de base y elocubraremos acerco de nada. Perdemos el control y nos quedamos sentados sobre nuestra podredumbre. Expiamos sueños incumplidos y los amores del Canaan. Saltan chispas entre la elocuencia y sus manos blancas. Estiro la mano hacia lo más alto de mi cúpula de cristales rotos y viendo el sol, comienzo a no querer esforzarme por impedir que sus rayos magenta y carótidos lo envuelvan todo. Perder el control y no estremecerme con menos ahínco del debido. Mi alma reposa placentera como justo antes de siquiera empezar a sentirla. Sin control ni respiración honda. El corazón de las tinieblas se mantiene sordo. Lloriquear no sirve de nada. No sirve de absolutamente nada. Pero duele cuando sabes que la piel de monda de limón aún rajando la garganta, acabaría en su ingesta al tragarlo, curando las cicatrices a base de tantos gritos.