La lluvia empezó a caer.
Ya llevaba
un buen rato
afilando las casillas
del tablero de ajedrez
con la sangre
hipotética
de las unidades caídas.
Una mirada intensa,
Cerca, muy cerca.
A escasos
saltos de caballo.
Aceitunas
inundadas.
Sabor a pausa.
Rocío tardío
de mañanas claras.
¡Abre la boca!
Los ojos cerrados
describen
en la completa oscuridad
un corazón que late.
Eres hermosa-
vociferó el Diablo,
mirando desde lo alto
una ciudad de aguas
tibias, y aceras muertas.
La lluvia seguía cayendo.
Caía.
Caía.
Caía...
Tejados de pronta primavera,
en un blanco y negro
de sepulcral belleza.
El sol intentó salir a flote,
pero no insistió.
La humedad se hizo
con el aire,
y por un instante,
todo pareció limpio.
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