martes, 7 de octubre de 2014

La sangre de las bestias

No es apocalípsis
todo lo que no brilla,
ni arenas movedizas
los reductos del tiempo.

Nada en terco tono
deslizándose
entre tu garganta.
Nada, por no dezir
TODO.

Caen mitos abstractos
sobre el amor verdadero,
la incauta sombra
zernida
discutida
y proclamada a toda banda.

Cae la filosofía
de la carizia imperiosa,
el bálsamo de Fielabrás,
la negra marea roja,
menstrual y en sal viva.

Cae Babilonia,
¡Oh, hermosa Babilonia!
¡Con tu dorada caballera,
tus manos pequeñas,
tu apócrifo coño!
Cae el último reducto
al que acudir desesperado,
sonriente y en pleno éxtasis.
Cae en manos ajenas,
en corazones sin fondo,
en la distanzia del sueño.

Mientras sueñas
con alcanzar,
sin vértigo,
las escabrosas alturas
sobre las puntas de tus dedos
sin poder yo
más que ofrecerte
paseo a calma marejada
en lo más hondo
de un Averno
de timbre en diapasón,
recuerdos, pasados, recuerdos,
revolcón de poros
matanza al alba
eterna
idiosincrasia
de tener o no tener,
sin tenerte,
a sabiendas de que faltas...

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