Nezios, que os creéis
que tenéis un poder enorme en vuestras manos. Necios y poco formados
de la cabeza. ¿Acaso no os dais cuenta de que cuando algo no es
abarcable nunca consigue ahogarte en una sensación real,
incontestable? Dais por hecho que el amor se vende por piezas, a
trozo pesado, filtrado, descontaminado a través de la caza
regurgitada de ansias, el hambre como motor; la osadía, la
desvergüenza y la ironía como amantes de las que presumir. Siempre
por escrito. Una vez dos pares de ojos se enfrentan al abismo de la
presencia, todos tiemblan, todos lloran como recién paridos y acaban
escupiendo 'borderías', bravuconadas y verborrea, barata a
trompicones, que no convencen ni a sí mismos. Pero no juzgo, señalo
con el dedo a todos aquellos cobardes que olvidaron una lucha
honorable hacia la verde inmensidad del amor en pos de henchir su
propia sombra, olvidarse del romanticismo y la calidez y optar por
pedir el menú gigante, sólo para gigantes. Igual que comprar
condones XXL que guardar en la mesita de noche, esperando que Satanás
te alargue el rabo o te ceda el suyo propio. Nunca fue tan complicado
re-aprender a amar, conquistar las buenas maneras y no asediar con
retórica de mercadillo al corazón que late. Evitando así la
'descorazonarizazión' del alma humana. Evitando así que la fe en el
amor nunca muera, aunque a veces uno deba masturbarse, correr desnudo
por la playa más virgen jamás hallada o empaparse en gasolina para
sentir calor. Tantos amantes en la historia, tantas cagadas repetidas
por inercia y tantas heridas reabiertas para que en los albores del
avance toda esa estrategia y todos esos Carlomagnos y generales Crassos se
resuman a un movimiento brusco y epiléptico de pulgares oponibles.
Derecha. Me gusta. Izquierda. No me gusta. Ahora sí, ahora no. Ahora
deambulo y ahora me siento rey sobre la colina más alta... Con lo
bonito que era perseguir hasta el jodido Infierno a Eurídice para
acabar perdiéndola. Tantas Eurídices perdidas. Tantos reinos en
llamas. Todo naze y muere en una mirada, y ahí donde muchos ven
riesgo y padezimiento continuo, otros, clásicos y anticuados,
sentimos el maldito corazón delator recordándonos lo vivo que
estamos, lo mucho que hay que apretar los dientes y el efecto
dilatador del conformismo y la resignación a la hora de la verdad.
Demasiados Cyranos con cara de asco, con demasiado miedo a acabar
llenos de cristales y cicatrizes, y demasiadas amazonas retraídas en
su lucha libertaria, ensimismadas en un efecto boomerang,
políticamente hablando. De más. Y a dominar el mundo se ha dicho,
adoptando nuevas costumbres, nuevos retos y nuevos hechizos...
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