jueves, 16 de septiembre de 2010

Solo...con hielo

La palabra Soledad es una palabra robusta. Sus pienras son hermosas y sus labios muy finos. No tiene ojos. ¿Quién los tiene, a fin de cuentas? La tengo atragantada desd hace días. ¡Joder, más malditos truenos por mi ventana! Parece que estan cercandome para meterme un chispazo y dejarme en el sitio. Pero aunque resulte frío, quizás cada trueno, relámpago o caricia de madrugada, sirvan de consuelo cuando me siento que las fuerzas me abandonan...
No hago más que tragarme el humo de una vida que oxido al respirarla, latiendo más rápido de la cuenta, con menos oxígeno del necesario. Te necesito. ¿Te necesito? Es extraño pedirle al aire que no se te escape antes de tiempo de la boca.

Al principio pensé que la juventud se me escapaba de la lengua, y solo podía recitar arrugas. Una vejez anticipada, premio a un nacimiento a destiempo, quizás. Seguí dandole vueltas a todo. No me siento tan viejo. Cansado y sin ánimos de sonrisa, pero sigo respirando sin ayuda de inguna máquina o Posidón enfurecido.
No sé que me pasa, pero desde hace una semanas mi pecho parece el escenario de cadáveres mutilados de alguna playa de la Segunda Guerra Mundial. Soldados de humo hechos triza, arrancados de vida, y enterrados de alma. Cada uno de ellos me cabe en la boca. Cada uno de ellos tuvo un último suspiro merecido, y bien sentido.
Y aunque lucho por la vida... y pretendo luchar por un choque frontal mejilla contra mejilla, con cierta delicada sombra teñida en opio...despues de salir de correr tras el sol, en una noche fría de tormenta, me paré a toser. Me costaba respirar. Aún me cuesta. La soledad me susurra al oído, al tiempo, que veo, que una calidez me arropa las entrañas y me hace expulsar hasta el último de un cuerpo que desea renacerse. Quizás sea cáncer...

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