Esta misma noche
mientras estaba sentado
en la taza del váter,
imaginé
que aparecía mi madre,
y me encontraba
con la cabeza
de una cucaracha.
Mi cuerpo,
tal y como
siempre,
con una cabeza
de bicho.
Morada,
con antenas sobresalientes,
y unas pinzas
donde debiera tener la boca.
Es cierto que hay días
que me siento
un bicho sucio
y nauseabundo.
Pero tampoco es algo
que me llegue a horrorizar.
Si me convierto,
espero no tener
la poca fortuna
de desgraciarle la noche
a mi madre;
Y que si me encuentra,
al menos,
tenga la delicadeza
de tirar de la cadena,
después de darme
un beso
de buenas noches.
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