sábado, 11 de diciembre de 2010

Me casé con Galatea

Nunca acaba uno por acostumbrarse
a tener las encías
de madrugada fría.

Me invade un miedo
que mezclado con sueño,
porque siempre tengo sueño,
me deja clavada
la boca del infierno
aún tan solo por dentro.

Y no importa
que mi piel
no ayude a tatuarse el veneno
de toda la cobra
malnacida, de curvas zezeantes.
Lo que no aparento marcado,
moratones de ''hoy te devoro'',
rompo a jirones mis sábanas,
rujo como un león,

y suelto la lengua, a sabiendas
que la noche me vuelve loco...
maullando como un coyote.

Si te corto por dentro
me mandaré las uñas mordidas
para que custodien la evaporazión
de sangre y sabor a fresa...
Quizás si escupimos a la vez
con la mirada boca arriba
pesquemos alguna estrella
falta de poetización,
con los pechos fuera.

Mientras me sigue faltando
atragantarme
con una bocanada húmeda
de hierba rezién crezida,
sazón de comidas a destiempo,
polvo sobre polvo, y
asma consentida...
Máscaras venezianas,
La laguna Estigia
prostituyéndose por corrientes cálidas,
en un invierno que no para.
El Lago Ness es en primavera...
placebo de opio al pasajero
que viaja con las manos frías
unidas cuan ventosa
a otro cuerpo...

A fuerza de convulsión
mi voz se quiebra
y deshago
mis dedos entre el agua tibia
que no se calienta del todo.
Cerrar los ojos.
Gemir como muriendo,
padeziendo vida astillada
con tallos de gervera
salvaje...

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