lunes, 16 de julio de 2012

Sobreposeído...

Un estómago gris.
Padecer,
demasiado parecido
a comerse las uñas.
Satán de cartón piedra
a la vuelta
de cada esquina.
Frío.
Con la frente ardiendo.

Piel.
Marcas de astillas,
como clavos
de cristos muertos.
Agujeros hondos,
como pozos sin fondo.
Pedir un deseo.
Morderse(me) los labios,
las ganas de todo,
la propia boca
del estómago.
Días ácidos,
de insufrible acidez.
Piel quemada.
Sudor anulado.
Sabor a ranzio
al mirarme al espejo.

Estirar cada órgano interno
para tapar las grietas.
Sacar a la luz hasta la última
última última última última
gota de sangre,
seco,
y asir hacia mí la vida.
Tapar los posibles abismos,
y atarme por el cuello a lo alto.
Ahorcar mis demonios,
correosos al morbo,
y escalar hacia lo alto,
clavando mis dientes en la cuerda.
Me llevará un buen
puñado de noches
alcanzar algo.
Sentir nada.
Iluminar mis manos.
Mereze la pena.
Vivir.
Alejando de la muerte
el reflejo de mis dedos.
(Cansado de acariciarla).

Tendencia al horror;
Envolverse en compresas usadas
y fingir un asesinato.
Simposios mentales
acerca del cáncer.
Rabia.
Corazón(es)...
Explosión volcánica
mientras me escondo bajo
una mesa de madera barata.
Encontrando la calma
del que sin temer la muerte
siente una ilusión
por seguir cercenando malos
tramos de camino
hacia el núcleo mismo
de la tierra prometida.

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